Este año visitamos Japón. Viajamos por primera vez a tierras asiáticas cumpliendo un sueño que tenía desde hace muchos años.
12-13 de julio
A las 15.25 del 12 de julio tenemos la salida desde Barajas. Vamos a volar por primera vez con la compañía Emirates. El avión es un Airbus a380, el avión comercial más grande del mundo. Es descomunal y está conectado con dos fingers. Cuesta creer que semejante monstruo es capaz de volar. La organización para acceder es muy buena.
Despegamos puntuales rumbo a Dubai. El avión es bastante cómodo y, además, íbamos los dos solos en una fila de 3 asientos. Más espacio. El entretenimiento a bordo es muy, muy bueno y la comida es espectacular para ser un avión.
Me llamó la atención que te dan una fundita con unas zapatillas, un antifaz, un kit de aseo y bálsamo de labios (íbamos en clase turista, no en 1ª).
Además venían una serie de pegatinas para poner en el asiento por si querías que te despertaran para comer o no.
Unas siete horas y media después aterrizamos en el aeropuerto de Dubai. Por delante 7.15 horas de escala. Al pasar de 4 horas, la compañía nos daba un bono para comer algo en el aeropuerto. Después de recorrer la interminable terminal del aeropuerto buscando algo apetecible, nos decidimos por el McDonald que era el que más comida ofrecía. Me comí un menú con hamburguesa de falafel que estaba bastante perruna.
Para el segundo vuelo, nos suben en un bus y nos tiramos en camino al avión como 15 minutos. No llegábamos nunca. Fuerte aeropuerto grande. Cuando subimos, no cabía en el asiento de puro estrecho. Para casi 10 horas de vuelo iba a ser un infierno. Pues mira tu por donde el vuelo iba casi vacío y pude ir bien tumbado en los 4 asientos centrales. Maravilloso.
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Iati segurosA las 8 de la mañana despegábamos puntuales rumbo al aeropuerto de Haneda en Tokio. El avión contaba con un muy buen servicio de entretenimiento y muy buena comida.
Durante el trayecto, la tripulación pasó repartiendo los papeles que hay que rellenar para entregar en inmigración en el aeropuerto.
Sobre las 22.45 del día 13 de julio aterrizábamos en Japón por fin. No pude evitar soltar una lagrimilla de emoción al saber que estaba por fin en uno de mis destinos soñados. Pensaba que nunca iba a llegar ese día.
Nada más bajarnos me emocionó entrar al baño, con sus carteles en japonés y su inodoro típico de suelo (bastante meao alrededor. Falta de puntería occidental).
Pasamos por inmigración, nos sellan el pasaporte y pasamos a por las maletas. Pasamos por aduanas en donde a echan una pequeña ojeada a las maletas y salimos al hall del aeropuerto. Ya está. Estamos oficialmente en tierras niponas.
Desde el aeropuerto tomamos la línea Keikyū Airport Line por 210 yenes (1.64€) hasta la estación Keikyu-Kamata que era las más cercana al hotel. Pasamos a comprar agua (no sabíamos que se podía beber la el grifo) por un 7Eleven que estaba de camino y llegamos al hotel.
Elegimos el Chisun Inn Kamata. Está algo alejado del centro de Tokio (unos 25 minutos en tren) pero para una ciudad de casi 40 millones de habitantes no está mal. Nos costó 76€ por noche sin desayuno. Siendo ya como la 1 de la madrugada y después de unas 25 horas de viaje, nos fuimos a la cama.
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14 de julio
Nos levantamos sin mucha prisa y nos fuimos camino de la estación Keikyu-Kamata.
Muy cerca había un family mart con máquina de café. La máquina, como no, estaba todo en japonés y el muchacho de inglés… 0. Conseguimos sacarnos unos cafés con leche que estaban hirviendo y nos pillamos unos bollos. Yo concretamente un melon pan (Receta aquí).
El café estaba un poco perrete y encima con el calor que hacía, no se enfriaba ni pa dios.
Después de desayunar sentados en un banco, entramos en la estación. Allí había una pequeña oficina de turismo donde nos dieron algo de información. Como el JR Pass queríamos activarlo a partir del día 15, nos recomendaron sacar un pase de 24 horas para el área metropolitana por 750 yenes (5.85€).
Tomamos el tren hasta la Estación central de Tokio (東京駅) y allí activamos los JR Pass para poder usarlos en los trenes locales de la empresa Japan Rail (JR) a partir del día 15 de julio.
Para usar el JR Pass solamente tienes que pasar por la ventanilla en los tornos y enseñárselo al operario que está allí para dar información. La verdad es que ni lo miran, te ven llegar con él en la mano y te hacen un gesto para que pases.
Descubre todo lo que debes saber sobre el JR Pass y Japón en el siguiente enlace: Japón. Guía práctica.
La estacíon fue diseñada por el arquitecto Tatsuno Kingo siguiendo el patrón de la Estación de Ámsterdam y se construyó entre 1908 y 1914. Durante los bombardeos aliados de 1945 gran parte de la estación quedó dañada pero fue reconstruida en 1949.
Cuando salimos, resultó que los alrededores estaban en obras y no se podía contemplar en condiciones.
Siguiendo la avenida que sale de la puerta principal vamos a dar con el gigantesco parque que es el recinto del Palacio Imperial (Kōkyo (皇居)). Hacía un calor húmedo y un solazo que rajaban las piedras.
Allí había un pequeño puestecillo de la policía en la que te inscribías para poder entrar a las instalaciones del palacio. Nos inscribimos para la visita de la 1 de la tarde y a la hora señalada nos pusimos en cola. La inscripción y la entrada es gratis. La cola era muy estricta de dos en dos a lo largo de una línea pintada en el suelo. Si te salías, bronca.
Entramos y pasamos estrictos controles de seguridad (hay que enseñar el pasaporte) y rellenamos papeles con todos nuestros datos, muy parecido al que tuvimos que rellenar para entregar en inmigración del aeropuerto. Allí mismo nos pasaron un vídeos explicativo sobre el palacio.
El Palacio Imperial de Tokio es la residencia permanente del Emperador del Japón. Es un gran complejo de jardines en Chiyoda. Incluye edificios como el palacio principal, las residencias privadas de la familia imperial, un archivo, museos y oficinas administrativas. Se construyó en el mismo lugar que el antiguo Castillo Edo.
Acompañados en todo momento por un policía, nos fueron llevando por las instalaciones abiertas al público mientras daban explicaciones en japonés. La visita duró como una hora y media y estuvo muy, muy chula. Mereció la pena.
Después de la visita ya se iba haciendo hora de almorzar. Que rico, nuestra primera comida nipona auténtica.
Para ello volvimos a la estación central. Debajo de ella, hay una especie de centro comercial interminable subterráneo. Más bien se podría decir que debajo de Tokio, hay otro Tokio. Elegimos uno restaurante de ramen que recomendaban en algunos foros en una sección llamada Tokyo Ramen Street.
El sitio se llama Rokurinsha. Se encuentra al bajar unas escaleras y lo reconocerás por la cola permanente. En el suelo tiene marcado el tiempo estimado de espera en ese punto de la cola.
El sitio es muy pequeñito. Nada más entrar tienes una máquina en japonés (con fotos por suerte) en el que marcas lo que quieres y metes el dinero. Sale un papelito que entregas a un muchacho y el te sirve.
En las mesas tienes una jarra de agua fría que te van cambiando. Eso es algo que tienen todos los restaurantes japoneses. Agunos tienen
agua fría y otros té helado. El ramen estaba de muerte. Si quieres te dan un babero de papel para que no te manches.
Con la barriga bien llena, nos dimos un paseo por las tiendecillas del centro comercial flipando un rato con lo frikis que pueden llegar a ser.
Después de frikear, nos fuimos paseando hasta el Puente Nihonbashi (日本橋), que significa literalmente puente japonés.
El primer puente se construyó en el año 1603 y era de madera. Ha sido destruido por terremotos y guerras en varias ocasiones. El actual data de 1911.
El puente es precioso aunque lo malo es que hoy en día a quedado debajo de una autopista elevada. Esto hace que no se contemple en condiciones.
Nos volvimos dando un paseo hacia la estación central. Allí tomamos la línea Yamanote hasta la estación Hamamatsuchō. Desde allí nos fuimos dando un paseo ya nocturno hacia la Torre de Tokio (東京タワ).
Construida entre 1957 y 1958 originalmente se ideó para la transmisión de televisión, aunque en 1961 se instalaron antenas de radio, de manera que la torre se utiliza actualmente para ambos tipos de señales.
Es una de las principales atracciones turísticas de Tokio.
La torre cuenta con dos plataformas de observación. La Main Deck a 150 metros de altura y la plataforma superior a 250 metros de altura ofrece una vista general de Tokio.
En la base hay tiendas un también el Tokyo One Piece tower. Es un parque temático permanente donde dedicado al manga One Piece.
La entrada cuesta 1.200 yenes (9.37€) para la Main Deck y 2.800 yenes (21.85€) para los dos miradores.
Volvimos a la estación donde tomamos el tren hasta la estación de JR Kamata. De camino al hotel compramos algo de comida en un 7eleven que nos calentaron allí mismo y al hotel a descansar.
15 de julio
Hoy si madrugamos para aprovechar bien el día. Esta mañana toca visitar Shibuya.
Pasamos por el 7eleven de camino a la estación a comprar algo de desayuno. Hoy el café fue de esos fríos que hay en las neveras que estaba bastante mejor que el del día anterior.
Si quieres disfrutar del día con tranquilidad y no dispones de mucho tiempo, puedes sacar el pase del bus turístico para usarlo durante todo el día y visitar los puntos turísticos más importantes de la ciudad.
Tomamos la línea Keihin-Tōhoku hasta la estación de Shinagawa. Allí hacemos transbordo a la línea Yamanote hasta la estación de Shibuya.
Estando en el tren, nos fijamos en que en las pantallas en la que daban información de las paradas de la línea. Iba informando de los retrasos de algunas líneas y la razón. Es perturbador ver que la mayoría son por terremotos…
Salimos por la entrada principal y damos justo a la Estatua de Hachiko.
Hachiko fue un perrete que se hizo famoso porque todos los días acompañaba a su dueño hasta la estación de tren cuando éste se dirigía al trabajo. Pero éste un día murió y no volvió. Así que el perro estuvo esperando su vuelta varios años hasta su muerte.
Hacemos cola y nos sacamos la foto de rigor.
Algo que me sorprendió mucho y que luego veríamos también más adelante son los fumaderos. En Japón está prohibido fumar en la calle. Así que en algunos sitios hay habilitados lugares que suele ser una mampara. Dentro están todos fumando como chimeneas.
Enfrente se encuentra el famoso Cruce de Shibuya, rodeado de edificios llenos de pantallas y neones. Podría decirse que es mágico.
La verdad es que pensaba que iba a ser más grande. Lo que si hay son miles de millones de personas cruzando a la vez cuando el semáforo se pone en verde.
Aquí podrás ver a gente subidos en karts recorriendo las calles de Shibuya disfrazados de los personajes del videojuego Mario Kart. De frikis está el mundo lleno.
Desde aquí queríamos ir a Takeshita Dori pero no sabíamos muy bien como. Desde el vestíbulo de la estación nos enganchamos al wifi. En esto que estamos trasteando con el móvil y aparece corriendo (literalmente) la muchacha de información a ver si necesitábamos algo. ¡Que serviciales son los japoneses! Finalmente sólo teníamos que tomar de nuevo la línea Yamanote hasta la estación de Harajuku.
Cuando nos bajamos estaba cayendo del cielo el diluvio universal. Así que nos pusimos a esperar en la entrada de la estación.
Mientras hablábamos, el muchacho (japonés) que estaba al lado nos pregunta en castellano que si éramos españoles. Resulta que el muchacho vivió varios años en Granada y se casó con una malagueña. Desde luego tenía un acento granaíno que no podía con él.
Cuando aminoró la lluvia, nos fuimos antes a recorrer primero el parque Yoyogi. Vaya a ser que volviera a llover y se nos hiciera demasiado tarde.
El parque Yoyogi (代々木公園) es uno de los parques más grandes de Tokio. El parque bulle de actividad. Sobre todo los domingos cuando es usado como lugar de encuentro para las personas que quieren tocar música, practicar artes marciales y otras actividades. Famosas son las concentraciones de rockabillys. Están chalaos.
El parque es gigantesco y en su interior se encuentra el Santuario Meiji (明治神宮).
El Santuario Meiji (明治神宮) es un santuario sintoísta dedicado a los espíritus deificados del Emperador Meiji y su mujer, la Emperatriz Shōken.
Tras la muerte del emperador en 1912, la Dieta (el gobierno) de Japón aprobó una resolución que quería conmemorar su papel en la Restauración Meiji. Su construcción empezó en el año 1915 y finalizó en 1920 con su consagración.
Durante los bombardeos de la segunda guerra mundial fue destruido pero se reconstruyó en 1958.
Entre la lluvia y que parte del santuario estaba en obras, se dificultaba un poco la visita.
Ya sin lluvia nos volevemos a Takeshita. Esta es la calle friki por excelencia de Tokio. Aquí están las tiendas donde los jóvenes tokiotas compran su ropa estrafalaria. En plan muñequitas y eso.
No se si era por el día en el que estábamos, pero poco personaje vimos a pesar de que la calle estaba hasta las tachas de gente.
Recorrimos toda la calle. Cuando llegamos al final, aprovechamos para acercarnos al Santuario Togo.
El Santuario Tōgō (東郷神社) es un santuario sintoísta construido en 1940. Está dedicado a Gensui, el marqués Tōgō Heihachirō poco después de su muerte. Fue destruido durante los bombardeos de Tokio pero reconstruido en 1964.
Entramos por sus preciosos jardines y subimos hasta los pabellones principales. Cuesta mucho creer que este remanso de paz se encuentre junto a zonas tan bulliciosas como Takeshita u Omotesandō.
Había llegado ya la hora de comer. Nos cruzamos con una Coco Curry House de camino al edificio metropolitano. Allí nos comimos un curry japonés que nos costó 753 yenes (5.88€) cada uno.
Después de comer nos acercamos al edificio del Gobierno Metropolitano. Es un moderno y gigantesco edificio inaugurado en 1991. Desde donde se gobiernan todos distritos del área metropolitana de Tokio.
En una de las torres hay un mirador a 200 metros de altura que es completamente gratis. Sólo hay que pasar un control de seguridad bastante estricto y para arriba.
Las vistas son en 360º y en cada ventana tienes un panel con los edificios más significativos marcados. Se dice que en días claros se ve hasta el monte Fuji, pero nosotros aún no hemos tenido suerte.
Lo más recomendable es subir cerca del atardecer para ver las vistas de día y ver como va oscureciendo y encendiéndose las luces de la ciudad.
Me resultó impactante que, mires donde mires, solamente ves ciudad hasta el horizonte. Tokio es interminable.
En la planta del mirador, a parte de aire acondicionado, hay máquinas de vending (como no), tienda de recuerdos y hasta un restaurante. Buen lugar para tomar un descanso.
Cuando bajamos nos fuimos a Kabukichō (歌舞伎町). Conocido como el barrio rojo de Tokio. Aquí se encuentran miles de locales de entretenimiento para adultos.
Muy cerca de la estación de Shinjuku encontramos Golden Gai. Es una callejuela estrecha con muchísimos izakayas; bares para beber y picar algo.
El área de Kabukichō cuenta con muchos bares, hostales, moteles, locales comerciales, restaurantes y clubes nocturnos. Tanto para mujeres como para hombres.
Está lleno de relaciones públicas muy plastas aunque a nosotros, no se si por ir en pareja, no nos decían nada. La verdad es que es un paseo bastante chulo para disfrutar de los millones de carteles luminosos y su gran bullicio cualquier noche de la semana.
Impresionan también los karaokes de varias plantas que se ven. Son muy frikis.
Se dice que el barrio está controlado por la Yakuza, la mafia japonesa. Se supone que no es demasiado seguro, pero nosotros no notamos nada.
Después del paseo por Kabukichō, nos fuimos al hotel para descansar. Como la noche anterior compramos algo de comida preparada en el 7eleven y a dormir.
16 de julio
Hoy volvemos a madrugar y nos vamos hacia Asakusa a visitar el Templo Sensō-ji (浅草寺). Es el templo budista más antiguo de Tokio y uno de los más importantes. Fundado en el año 645 y está dedicado a Kannon, la deidad de la misericordia.
Como hasta Senso-ji no se puede llegar fácil en JR, ese día decidimos sacarnos el pase de un día de metro. Nos costó 600 yenes (4.68€).
Salimos del metro y nos encontramos inmediatamente la puerta Kaminarimon (雷門) o puerta de los truenos. Es la puerta exterior del templo y todo un símbolo de Tokio.
Cruzando la puerta vamos a dar a la calle Nakamise (仲見世通り) un larga calle repleta de tiendecillas de recuerdos y dulces. Estaba hasta la bandera no, lo siguiente.
Al final de la calle nos espera la puerta Hozomon (宝蔵門), la puerta principal del templo.
Al pasar la puerta a mano izquierda se encuentra una pagoda de cinco pisos. La original se construyó en el siglo X pero fue destruida varias veces, la última durante los bombardeos de la segunda guerra mundial, así que la actual es bastante reciente. Aún así, impresiona.
En la explanada que va desde la puerta Hozomon (宝蔵門) y el templo principal hay varias tiendas del templo donde venden amuletos, barritas de incienso y cosas así.
Muy cerca de las escaleras de acceso se encuentra el temizu-ya, la zona donde se queman las barritas de incienso.
Allí hicimos comos los autóctonos y nos fuimos al salón principal o Hondo (本堂). También es conocido como Kannon-do (観音堂). Se supone que aquí se encuentra enterrada la estatua de Kannon. La encontraron unos pescadores hace 1.400 años y que dio lugar a la construcción del templo.
El interior del salón es realmente espectacular. Hicimos nuestra cola para hacer nuestra ofrenda y nos fuimos a un lado.
Si quieres enterarte de todo, puedes contratar un precioso free tour por Asakusa con Civitatis.
Allí hay un lugar donde metes una moneda de 100 yenes en una hucha y sacas un palito con un número (en japonés). Buscas un cajón con el número de tu palito (harto complicado si no te ayuda un japonés) y coges un papel de la fortuna de su interior.
Por suerte, por la parte trasera está en inglés. Si te sale mala suerte, como fue mi caso, tienes que dejarlo atado en unos sitios habilitados para ello para que la mala suerte se vaya.
Dos años después volveríamos al templo y esta vez me saldría “la mejor de las fortunas”, así que ese lo conservo conmigo.
Después del Hondo nos dimos un paseo por el enorme recinto admirando los pequeños templos y esculturas. En la parte trasera había como un panel para sacarte fotos del anime del comisario KochiKame y allí que me saqué una foto. Había un local que insistió en sacarse conmigo una foto… haciendo amigos.
En un lateral habían instalado puestos de comida así que nos sentamos a descansar a la sombra mientras me comía un yakitori de cangrejo que estaba sublime.
Seguimos paseando por el recinto y salimos por un lateral a un shōtengai con más tiendecillas de regalos.
Los shōtengai son calles comerciales techadas con tiendecillas y restaurantes que están por todo Japón.
Dimos un pequeño paseo por el barrio y nos fuimos hasta el muelle muy cerquita de la puerta Kaminarimon desde donde parten varios barcos que recorren el río Sumida hacia la bahía de Tokio. Desde el muelle podemos contemplar la Tokyo Skytree y la fábrica de cerveza Asahi y su mojón dorado.
La Tokyo Skytree (東京 スカイ ツリ) es la principal torre de telecomunicaciones que sustituyó a la Torre de Tokio. Construida entre 2008 y 2012 es el edificio más alto de Tokio con 634 metros. La torre tiene dos miradores. Yo particularmente no he subido aún porque tengo mucho miedo a las alturas y pagar casi 30€ para no atreverme ni a acercarme al cristal….
En el muelle contratamos el crucero que va desde Asakusa a Hamarikyu por 780 yenes (6€). Compramos el billete en el barco barato. El caro es en uno supermoderno que vale 1.000 yenes (7.81€) por el mismo trayecto. El viaje dura unos 35 minutos y por el camino vas viendo el Tokio profundo, el que no sale en las guías. Está muy bien.
Llegamos a puerto y nos vamos dando un paseo hasta la estación de Hamamatsuchō. La siguiente parada: el Santuario Hie Jinja (日枝神社). Para llegar tomamos la línea Yamanote hasta la estación de Shimbashi.
Como era la hora de comer decidimos buscar algo por allí.
Hicimos uno de los grandes descubrimientos gastronómicos del viaje y que nos serviría para el de 2018: Karayama Shinbashi, un pequeño local de pollo frito japonés.
Junto a la puerta tienes tu máquina para hacer la elección y le das el papelito al chaval que atiende. Es tan pequeñito que solo tiene barra. El pollo estaba delicioso y era muy barato y te lo ponen en un menú con una sopa de miso, un bol de arroz y col rallada.
Tras la comida tomamos la línea Ginza de metro hasta la estación Tameike-sannō para ir hasta el Santuario.
El Santuario Hie Jinja (日枝神社) es un santuario sintoísta dedicado a la deidad Oyamakui no Kami.
El origen del templo es incierto. Una de las teorías es que fue en 1478 por Ōta Dōkan. Otra teoría identifica al Hie con el Santuario Sannō mencionado en un registro de 1362 del Kumano Nachi Taisha. Lo que si se sabe es que el shōgun Ieyasu lo reubicó en los terrenos del antiguo castillo de Edo.
En 1604 su hijo Tokugawa Hidetada lo trasladó a las afueras del castillo para que el pueblo pudiera acceder a él.
Llegamos a la puerta oeste en la que se encuentra un gran Torii de piedra. Al atravesarlo llegamos a unas espectaculares y estrechas escaleras por dentro de un túnel de toriis rojos. Es espectacular.
Al final de las escaleras nos encontramos con dos templos: el santuario Massha y el santuario Obunko.
Frente a ellos encontramos la entrada a la explanada principal. Allí se encuentra el salón de las Plegarias y alrededor de la explanada algunas tiendecillas de amuletos y recuerdos para la manutención del templo.
Nos acercamos al salón y hacemos una pequeña ofrenda.
En un lateral hay otra puerta que da al edificio de las oficinas del templo y a una especie de sala de exposiciones donde estaban exponiendo una especie de “expobodas”.
Aquí nos pasó algo que nunca olvidaremos. Nos sentamos en un muro de piedra bajo un árbol a descansar un poco.
Después del descanso nos dirigimos de nuevo a las escaleras de los toriis por las que habíamos subido. Antes de bajar pienso: desde aquí hay una buena foto. Voy a echar mano a la cámara y… ¡ahí va! ¡Me la dejé encima del muro! Salimos corriendo y cuando llegamos ya no estaba. Vaya cabeza.
Entramos a la oficina a preguntar. El guarda de seguridad llama a uno de los monjes que sabía inglés. No sabe nada, mira en objetos perdidos y nada tampoco. Preguntamos a la muchacha de la expobodas y tampoco.
Nos sentamos a lamentarnos por mi mala cabeza y en esto que sale la muchacha del expobodas con la cámara en la mano, que si que alguien la encontró y la dejó en la recepción pero no lo sabía. Mis reverencias eran tan grandes que yo creo que le podría haber besado hasta los pies. ¡¡¡Arigato gozaimasu!!!
Ya más tranquilos, salimos del santuario y volvemos al metro. Allí cogimos la línea Chiyoda de metro hasta la estación Nezu.
Tocaba visitar el Santuario sintoísta Nezu (根津神社). Según la leyenda, el santuario fue fundado en Sendagi, al norte de la ubicación actual, en el siglo I por Yamato Takeru (también conocido como Príncipe Ōsu), el hijo del emperador Keikō.
La principal deidad del santuario era Susanoo-no-Mikoto, el kami del mar y las tormentas. En 1705 el santuario fue reubicado en Nezu por el shōgun Tokugawa Tsunayoshi.
El santuario estaba ya cerrado pero por suerte estaba abierto el recinto para pasear por el. Los jardines son preciosos y además se estaba muy tranquilo, éramos los únicos que estábamos allí.
Pero hubo algo de lo que no nos habíamos dado cuenta, mosquitos. Se cebaron con nosotros, aunque curiosamente sólo con las piernas. Nos las dejaron como coladores.
Cuando salimos del santuario nos fuimos a por una farmacia a por algo para calmar las picaduras. Lo más curioso de las farmacias japonesas es entrar y junto a la puerta ver neveras con refrescos. Unos años después descubriríamos que en Nueva York, además de refrescos tienen chocolates y papas fritas. Todo muy sano.
A base de señas conseguimos hacernos entender y compramos un liquidillo que nos vino muy bien.
Para terminar de rentabilizar el pase de metro, nos fuimos de nuevo a Senso-ji a ver como se veía de noche. Había ambientillo pero desde luego no era la muchedumbre de la mañana. Se paseaba muy bien. Mereció la pena.
De aquí si que nos fuimos hacia el barrio. Junto a la estación de Kamata hay un restaurante de sushi de los de cinta giratoria. Primer contacto con el sushi japones. Supongo que al ser de los “baratos” no será de los mejores, pero la verdad es que era espectacular. De momento el mejor suhi que he comido nunca.
En muchos restaurantes de cinta de sushi en Japón tienes unas tablets en la mesa en la que puedes ordenar piezas específicas, que te envían en un trenecito hasta tu mesa.
Después de cenar, a la cama a descansar.
17 de julio
Nuevo día en tierras tokiotas. Como todos los días, un café frío y algo de bollería en el 7eleven de camino a la estación de Kamata.
Después de un transbordo y cuarenta minutos de viaje llegamos a la estación Iidabashi. Desde allí nos acercamos al Santuario Tokyo Daijingu (東京大神宮). Un santuario nada espectacular donde la gente va a rezar por encontrar suerte en el amor.
Lo bueno es que estando allí coincidimos con una boda tradicional y eso si que era espectacular. El vestido de la novia era una pasada.
Desde aquí nos fuimos dando un paseo hasta los jardines Koishikawa Korakuen (小石川後楽園) que, para mi, es una de las visitas imprescindibles de Tokio. Construido a principios del periodo Edo, en el año 1629 el fundador de la familia Mito Tokugawa, Yoritou.
Los jardines son realmente espectaculares. Se dice en los foros que el mejor momento es en otoño, así que en esa época tiene que ser una pasada.
Destacar el puente Engetsu (円月橋) o puente de La Luna, que se dice que Ishibashi fue diseñado por el erudito confuciano de Mitsukuni, Zhu Sunsui. Este nombre se da porque parece una luna llena cuando se combina con el reflejo en la superficie del agua. El puente fue diseñado originalmente para permitir que los peatones pasen sobre él mientras la barcaza está operando en el canal.
Los jardines son inmensos y lleva un buen rato recorrerlos. La entrada cuesta 300 yenes (2.34€).
De aquí nos fuimos al recinto del Tokyo Dome, donde se celebran los partidos de baseball del Yomiuri Giants. Era día de partido y el personal estaba entrando al estadio. Jamás había visto entrar a la gente en un estadio de forma tan ordenada y tranquila. vivir para ver. Una vueltecita por la tienda oficial del equipo y nos fuimos zumbando que no había tiempo que perder.
Desde la estación de Suidōbashi tomamos el tren hasta el parque Ueno (haciendo transbordo en Akihabara).
El parque Ueno (上野公園) es un gran parque al noreste de Tokio, muy popular, donado por el emperador Taisho a la ciudad de Tokio en 1924 y en él podemos encontrar muchos atractivos turísticos como el zoológico con sus osos panda, museos y templos.
A pesar del calor, nos pusimos a dar un paseo por el parque. Paseando llegamos al templo Kiyomizu Kannon-dō (清水観音堂), un pequeño templo dedicado a Kannon.
Un poco más abajo, en el estanque Shinobazu o Shinobazu-ike (不忍池), nos encontramos con el templo Templo Benten-dō (弁天堂). El salón Bentendo es un salón octagonal dedicado a la deidad Benten, diosa de la riqueza, la fortuna, la música y el conocimiento. En el estanque se pueden alquilar pedales con forma de cisnes muy cachondos.
Nos tomamos un pequeño descanso sentados en unas mesas con vistas la estanque de los lotos a la sombra antes de seguir el paseo.
Después del descanso subimos hasta el parque del cementerio de Yanaka (谷中霊園). Es considerado uno de los cementerios más bellos de Tokio. En él se encuentras las tumbas de personajes ilustres como Tokugawa Yoshinobu, el último shogún del período Edo o pintores, políticos y actores famosos.
Atravesamos el cementerio dando un bonito paseo hasta la estación Nippori. Allí tomamos el tren hacia Akihabara (秋葉原). Conocido como el barrio electrónico, es uno de los barrios más conocidos de Tokio. También es conocido por ser uno de los principales barrios de los otakus.
Aquí se encuentran muchas tiendas de electrónica tanto pequeñas como grandes centros, muchas tiendas frikis, salones recreativos y hasta uno de los sexshops más grandes del mundo con siete plantas.
Estuvimos recorriendo un poco el barrio entrando a tiendas frikis buscando figuras de Saint Seiya para traerme. Sólo habían de segunda mano y carísimos. Alguno de los que tengo se vendían por 20.000 yenes (156€). La próxima vez me los traigo y me costeo el viaje. No les tengo tanto aprecio.
Después de flipar con los precios entramos a algún mandarake y a algunos salones de recreativas.
Los recreativos son un cachondeo. En la planta baja tienen millones de máquinas de esas que son un gancho y tienes que enganchar un regalo. Los veías todos motivados jugando con aquello.
Otra planta estaba llena de máquinas de purikura, que vienen a ser fotomatones en los que puedes retocar las fotos. Había incluso una sección para mujeres en las que no podían entrar los hombres.
Pero lo que más nos sorprendió fue en las plantas donde habían máquinas de habilidad. Los japoneses son unos auténticos pros. Te quedabas emboabado. Leí que parece ser que practican en su casa y luego van a los recreativos a dejar los records. Vivir para ver.
Como ya se había hecho tarde, cenamos en un Yoshinoya. Es una cadena de gyūdon, que es un bol de arroz con carne estofada cortada en tiras muy finitas. Es barato y está muy bueno. Después de cenar nos subimos el tren y nos fuimos a descansar.
18 de Julio
Hoy volvemos al Parque Ueno (上野公園). Tomamos en la estación de Kamata la línea Keihin-Tōhoku que va directa hasta la estación de Ueno.
La primera parada es la pequeña pagoda donde se encontraba antiguamente el Gran Buda de Ueno (上野大仏), una gigantesca estatua de Buda sentado del año 1631. Durante el gran terremoto de Kanto de 1923 se le cayó la cabeza. Ésta se conserva junto a la pagoda.
Muy cerca se encuentra el Santuario Ueno Tōshō-gū (上野東照宮). Construido en el año 1627 por Tōdō Takatora, se ha conservado casi intacto desde la renovación de Tokugawa Iemitsu en 1651. Los santuarios de Tōshō-gū se caracterizan por consagrar Tokugawa Ieyasu con el nombre de Tōshō Daigongen.
Recorremos un largo pasillo flanqueado por multitud de farolas hasta llegar a la puerta karamon (唐門) y detrás el Hondo. En su mayoría dorado con dragones y animales esculpidos muy coloridos, el salón es una auténtica belleza.
Junto al santuario se encuentra la pagoda de cinco pisos del antiguo templo Kyū Kaneiji Gojūnotō (旧寛永寺五重塔). La primera pagoda fue construida por Toshikatsu Doi en 1631 (año 8 de Kanei) como parte del Santuario Ueno Toshogu, pero fue destruida por un incendio en 1639 (año 16 de Kanei).
En el mismo año, Munehiro Koura, quien fue el principal constructor de Sakujikata del Shogunato, reconstruyó la pagoda actual.
Después de visitar el santuario, nos sentamos a descansar un poco a la sombra.
En esto se nos acerca una pareja de muchachos muy jovencillos y nos preguntan en inglés que si nos pueden hacer una encuesta. Por supuesto.
La primera pregunta es: ¿les gustan las películas de disney? Ambos contestamos que no a la vez. Se miran, se ríen y nos dicen que no pueden seguir porque la siguiente es que cual era nuestra favorita. Pues mucho gusto.
Salimos del parque y nos dirigimos al mercadillo de la calle Ameyoko (アメ横). Es muy popular entre los turistas. La verdad es que no nos pareció gran cosa, a parte de algunas tiendas con aire más tradicional, el resto son tiendas de ropa de marca de dudosa procedencia, kebabs y negocios así.
Nos volvimos a la estación y nos tomamos la línea Yamanote hasta la estación de Shibuya. En el tren se subió un chalao vestido de pikachu por cierto… Japón…
Estuvimos paseando en condiciones por la zona comercial. Me compré alguna frikada en un mandarake y nos fuimos a comer.
Comimos en un Gusto Cafe. Es una cadena de restaurantes familiares que hay por todo Japón. No es de lo más barato, pero pagando 200 yenes (1.56€) tienes barra libre de bebidas no alcohólicas. Con el nivel de deshidratación que llevábamos en el cuerpo con ese calor húmedo, nos pareció una buena idea.
Con la barriga llena, nos fuimos camino de la estación para ir a Odaiba.
Al otro lado del cruce, en la entrada de la estación de Shibuya había una especie de mitin político. Había muchísima gente.
Lo que nos dejó estupefactos es que, para poder llegar a la entrada de la estación, había un pasillo entre la multitud y lo que había a modo de valla, era una cuerdecilla que sostenían en la mano los asistentes. Japón es otro planeta.
Para llegar a Odaiba nos subimos otra vez la línea Yamanote hasta la estación de Shimbashi. Allí tuvimos que desplazarnos hasta la estación de Shiodome, pero están una al lado de la otra. Allí Tomamos la línea privada Yorikamome. Cada billete nos costó 325 yenes (2.54€).
Los trenes de esta línea son automáticos y como no tienen cabina, si pillas la parte delantera tienes todo el cristal para ti para admirar el paisaje. El tren tarda unos 15 minutos en llegar a la estación Daiba.
Odaiba (お台場) es una isla artificial en la bahía de Tokio conectada al centro de la ciudad a través del Rainbow Bridge. Se construyó en 1853 para defender la ciudad y a finales del siglo XX se expandió debido a su desarrollo comercial.
Ahora es en su mayor parte un lugar dedicado al ocio. Hay dos playas en las que no está permitido bañarse pero los japoneses van a pasar el día.
Hay varios centros comerciales a cual más grande y hasta una réplica de la estatua de la libertad. Es una réplica de la estatua que hay en el río Sena en París, no una réplica de la de Nueva York.
También se encuentra aquí la modernísima sede del canal de televisión Fuji TV, en la que hay un mirador desde el que disfrutar una buenas vistas.
Otra de las estrellas de Odaiba es contemplar el puente Rainbow mientras se va haciendo de noche y se ilumina con los colores del arcoiris. Nosotros nos tiramos hora y media allí y nos fuimos ya siendo noche cerrada y nada de nada.
De aquí nos fuimos al centro comercial Divercity. En la entrada hay un Gundam gigante que hace un espectáculo a ciertas horas del día. Para los frikazos como yo, es una pasada.
Luego nos dimos una vuelta por el centro comercial pero las tiendas estaban ya cerradas. Lo que me sorprendió, es la manera que tienen de cerrar las tiendas. Aquí pongo un ejemplo en foto:
La calidad de la foto es un poco lamentable pero ahí está. Ni puertas ni nada. Aquí se llevarían hasta la red.
Al llegar a la entrada, para flipar aún más, podías pedir información a un robot con forma de chica que hablaba. Daba mucho miedo.
Después de Divercity volvimos a ver si ya estaba el puente iluminado y nada. Así que nos volvimos a la estación y por otros 325 yenes por cabeza, nos volvimos a Tokio. Algo para cenar en el 7eleven de camino al hotel, y a dormir
Aquí puedes ver un mapa con los lugares que visitamos en Tokio:
19 de Julio
Hoy madrugamos mucho porque toca excursión: Kamakura (鎌倉). Kamakura es una ciudad de la prefectura de Kanagawa a una hora aproximadamente de Tokio. Es conocida por sus muchos templos, santuarios y, sobre todo, por su gran Buda.
Desde el año 1185 hasta el 1333 fue la principal ciudad de Kantō, escogida como base por el shōgun Minamoto Yoritomo.
Para llegar tomamos desde la estación de Kamata la línea Keihin-Tōhoku hasta la estación de Yokohama donde hicimos transbordo a la línea Yokosuka hasta la estación de Kamakura.
Nosotros entonces desconocíamos su existencia pero en Kamakura recomendamos coger el tren Enoden (no entra en el JR Pass) porque caminando hasta el gran Buda son 2 kilómetros, que hicimos andando.
Desde la estación nos fuimos andando hacia el templo budista Kōtoku-in (高徳院). El camino es muy chulo entre casitas unifamiliares de estilo japonés pero nos resultó un poco perturbador encontrar cada cierta distancia señales de vía de escape en caso de tsunami.
Después de 20 minutos caminando llegamos al recinto del templo, por un lateral o parte trasera así que empezamos a recorrer el muro buscando la entrada.
Por fin la encontramos. Una gran puerta de madera con carteles enormes en japonés. Entramos a unos jardines donde había un jardinero trabajando tranquilamente.
Caminamos un poco y, de repente, nos encontramos con el Gran Buda. Que raro, había leído que la entrada era de pago… Cuando salimos del recinto nos dimos cuenta de que nos habíamos colado por una puerta trasera. 200 yenes que nos ahorramos por cabeza.
El gran Buda de Kamakura también conocido como Kamakura Daibutsu (高徳院), es una gigantesca imagen del Buda Amitabha (Amida-butsu) de más de 11 metros de altura y 121 toneladas de peso. Se cree que su construcción comenzó en 1252 con donaciones recogidas por el sacerdote Joko.
El edificio en el que se encontraba fue destruido por una serie de tifones y un terremoto en los siglos XIV y XV. Durante el periodo Edo se reparó el Gran Buda decidiendo dejarlo en el exterior en vez de ponerlo dentro de un templo.
Se puede acceder al interior del Gran Buda pagando 20 yenes (0.16€) pero la verdad es que no nos atraía demasiado.
Ya que nos habíamos colado, decidimos hacer una ofrenda al Buda y comprar algunos recuerdos y un amuleto de la suerte. No se si será por el amuleto pero, a partir de aquí, he tenido un par de años de muy buena suerte. Yo por si acaso, lo venero.
Salimos por la puerta principal como señores y nos dirigimos al cercano templo de Hase-dera (長谷寺), a unos 5 minutos andando.
Este es otro de los templos imprescindibles. La leyenda cuenta que se construyó durante la era Tenpyō (729-749).
La entrada cuesta 400 yenes (3.14€) y ya desde que se va uno acercando por la calle, se ve que va a ser espectacular. El recinto es un inmenso jardín que se extiende hacia lo alto de la montaña. Con ello quiero decir que hay que subir bastantes escaleras.
Nos impactó muchísimo la cantidad de estatuas Jizo que hay al subir los primeros tramos de escaleras. Las estatuas Jizo son pequeñas estatuillas que se colocan en los templos por padres que han perdido a sus hijos recién nacidos o antes de nacer.
Me emocionó mucho las ofrendas en forma de juguetes que habían en el pequeño altar que se encuentra junto al estanque. Pueden parecer muy simpáticas hasta que descubres cual es su triste significado.
Seguimos subiendo y llegamos al complejo principal que es espectacular. Junto a las escaleras había una estatua de piedra de un Buda chiquitín con el que, dado a mi parecido físico con el, me saqué una foto. En ese momento pasaba un local que se quedó examinando la escena y se empezó a partir de risa el jodio. Por suerte ya no me parezco tanto…
La zona del complejo principal es una pasada, incluso hay un pequeño bosque de bambú. También hay una terracita con mesas y bancos y, como no, máquinas de bebidas, en la que descansamos un poco.
Después del descanso seguimos subiendo un poco más y llegamos a lo alto desde donde se aprecian unas vistas de la costa espectaculares.
Volvemos a bajar para seguir visitando el recinto.
Luego de un agradable paseo bajando hasta la parte baja de nuevo, llegamos a la cueva Benten (弁天窟). Es una cueva de estrechos pasillos con varias figuras talladas en la roca, incluida la de la diosa de origen indio Benzaiten, la patrona de la música y las bellas artes que, además, es la única mujer entre los dioses de la fortuna.
Que por cierto, a más profundo de la cueva llegabas, más bajaba la temperatura. Se estaba de un bien…
Aquí puedes ver el mapa de los puntos que visitamos en Kamakura:
Después de la visita al templo, nos volvimos a la estación para volver a Tokio a comer, que se había hecho tarde.
Aprovechando que estábamos en una estación grande, nos fuimos a la oficina de JR a reservar asiento en el shinkansen del día 21 a Kioto, vaya a ser que nos quedáramos fuera. Luego nos fuimos hasta la estación de Shinjuku para visitar la zona.
Para comer, nos apretamos un buen ramen con un platillo de pollo frito japones que venía en menú en un sitio llamado Hidakaya ramen. Nos salió muy barato: 600 yenes el menú (4.71€).
Después de un buen paseo por la zona, decidimos volver al edificio metropolitano a ver si hoy había suerte y veíamos el monte Fuji. Otra vez que no se dejó ver. En verano es bastante complicado.
Como era temprano, nos fuimos hasta Nakano Broadway. Éste es un centro comercial que viene a ser la meca del manga y el anime… frikilandia para entendernos.
Habían bastantes tiendas de cómics y cosas por el estilo pero nos dio la impresión de que era un sitio ya venido a menos ya que muchas de los locales estaban cerrados. Cerrados y abandonados vaya.
Eso si, había una pequeña sala con máquinas recreativas en donde había un grupo de de 10 o 12 chavales alrededor de una máquina de un juego lucha en plan street fighters que estaban todos enrralados. Suponemos que estaban haciendo una especie de torneo.
Allí los dejamos todos motivados y nos fuimos ya hacia el hotel a descansar.
20 de Julio
Hoy toca madrugar un poco más. Nos vamos de excursión a Nikkō. Pero antes de levantarnos, a las 7.25 de la mañana, nos despertamos con el edificio bailando el hula hoop. Un pedazo de terremoto impresionante. No había vivido algo así en mi vida.
Para más comodidad recomendamos un precioso tour con guía que te cuente los secretos de la ciudad:
Para llegar a Nikkō tomamos la línea Keihin-Tōhoku hasta la estación central de Tokio y allí hacer transbordo al Shinkansen Nasuno.
Estando en el andén se abren las puertas y sale la tripulación haciendo una reverencia a todos los que estábamos esperando para subir.
Otra cosa que nos impactó del shinkansen es que, cada vez que entraba el revisor al vagón hacía una reverencia y cuando llegaba al final, se daba la vuelta y hacía otra reverencia. Vivir para ver. Por cierto, lo que se cuenta en la red de que cuando se retrasa un tren en Japón pasa un empleado pidiendo perdón a todos y cada uno de los pasajeros es un mito. Lo que si se disculpan por la megafonía.
Unos 50 minutos después llegamos a la estación de Utsunomiya y allí hacemos transbordo a la línea Nikkō hasta la estación final en el propio Nikkō unos 45 minutos después. En total el trayecto nos llevó unas dos horas y media.
Nikkō (日光) es una pequeña ciudad en las montañas de la prefectura de Tochigi. Es famosa por su complejo de templos y santuarios en medio de un espectacular bosque, que hacen de la localidad un centro religioso y turístico muy visitado.
En la puerta de la estación tomamos un bus que nos deja junto al templo Nikkozan Rinnoji (輪王寺), que por desgracia se encontraba en restauración y estaba totalmente tapado.
Empezamos a subir la cuesta que lleva hasta el Santuario Tōshōgū (東照宮). Ya la cuesta es una preciosidad entre árboles enormes.
Al final de la cuesta llegamos al Torii de piedra construido en 1621 que marca la entrada al Santuario Tōshōgū. Nada más cruzar se encuentra una espectacular pagoda de cinco pisos de madera.
Junto a ella estaban las taquillas para comprar las entradas. El precio es de 1.300 yenes (10.20€).
El Santuario Tōshōgū (東照宮) está dedicado a Tokugawa Ieyasu, el primer shōgun Tokugawa y aquí se encuentra su mausoleo.
Después de comprar la entrada, pasamos por la puerta principal del templo.
La entrada da a una explanada donde se encuentran los almacenes y los establos. En éste se encuentran las tallas de los tres monos que ni dicen, ni ven y ni oyen el mal. Imagen muy famosa.
Justo enfrente se encuentra un hermoso edificio con dos tallas impresionantes de elefantes, que curiosamente fueron hechos por un artista que no había visto un elefante en su vida.
Un poco más adelante la puerta Yomeimon, decorada con más de 500 motivos tallados, pero por desgracia estaba también completamente tapada por restauración.
Pasada la puerta llegamos a la puerta Karamon, por la que no se puede entrar pero se puede pasar por un lado. Detrás se encuentran el salón de plegarias y el Hondo. Hay que descalzarse para entrar y están prohibidas las fotos.
A un lado nos encontramos con la puerta Sakashitamon y tras ellas unas espectaculares escaleras que van por dentro del impresionante bosque. Espectaculares hasta que te das cuenta de que subes, subes, subes y no parecen tener fin. Pero lo tienen.
Al final de las escaleras se encuentra el mausoleo de Ieyasu Tokugawa . Allí había una especie de merendero (con su máquina de bebidas) donde nos sentamos a coger aliento antes de recorrer el mausoleo.
Volvemos a bajar el millón de escaleras y nos encaminamos hacia el mausoleo de Iemitsu Tokugawa, el tercer shōgun del clan Tokugawa y nieto de Ieyasu.
De camino pasamos por el templo Jogyodo (常行堂) un pequeño templo budista de la secta shingon construido en el año 848 por Jikaku Daishi Enjin y consagrado a la diosa Amida-Nyorai.
Un poco más adelante se encuentra la puerta Nio-mon, la entrada al recinto del Rinnōji Taiyū-in (輪王寺大猷院), el mausoleo de Iemitsu Tokugawa.
Al cruzar la puerta entramos a una gran explanada donde se encuentra el Omizu-ya, la fuente donde se realizan las abluciones con una ornamentación preciosa.
A un lado se encuentra la puerta Niten-mon, que también estaba totalmente tapada por restauración aunque se comenta que es una auténtica pasada.
Y desde aquí, parten otro millón de escalones que empezamos a subir ya bastante cansados y aún sin comer siendo ya casi las 4 de la tarde.
Lo bueno es que éramos los únicos que estaban por allí. Disfrutar del recinto con la tranquilidad de estar solos no tiene precio.
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Por suerte mereció la pena el esfuerzo. Casi arriba del todo nos encontramos con unas espectaculares torres del tambor y de la campana y, detrás de ellas, la puerta Yasha-mon. En ella podemos ver las 4 deidades guardianas budistas. Es preciosa.
Tras esta puerta, nos encontramos con otra puerta, la Kara-mon, la puerta dorada y más espectacular de todas.
Tras ella se encuentra el impresionante salón de las plegarias y la sala principal. La sala de plegarias está abierta al público pero por desgracia no se pueden hacer fotos porque es una auténtica pasada. Pueden hacerse una idea en su página web: https://www.rinnoji.or.jp/temple/taiyuuin/.
Si le damos la vuelta y subimos otro tramo de escaleras, nos encontramos con puerta Koka-mon. Detrás de ella está el templo que alberga la tumba de Iemitsu Tokugawa pero no se puede visitar.
Ya casi a la hora de cerrar emprendimos la bajada hacia el pueblo en busca de algo para comer, algo complicado debido a la hora que era. Pero cuando llegamos a la carretera principal fuimos a dar con un Lawson. Compramos algo y nos lo comimos en un banco en la puerta.
Ya con el estómago calmado nos fuimos andando dirección estación de tren.
De camino nos cruzamos con el puente Shinkyo (神橋), construido en 1636 es considerado uno de los puentes más bonitos de todo Japón. Hoy se puede cruzar pagando 500 yenes (3.92€), pero casi que diría que es más bonito contemplarlo desde enfrente.
Ya desde aquí nos fuimos dando un agradable paseo por el pueblo hasta la estación de tren. La verdad es que es un pueblo encantador.
Aquí puedes ver el mapa con los puntos que visitamos en Nikkō:
Tomamos el tren de la línea Nikko de las 18.15 hasta Utsunomiya, que es la capital mundial de las gyozas. Tiene miles de restaurantes de gyozas y en las afueras del la estación hasta tienen una estatua. Vivir para ver.
40 minutos después llegamos a Utsunomiya, nos vamos a la entrada de la estación y allí estaba cayendo el diluvio universal. Fichamos un sitio cerca de la puerta y para allá que vamos corriendo dándonos una buena “ducha”. Nos pedimos varios platillos que traían 6 gyozas sin saber muy bien de que eran pero estaban todas brutales. Pues ala, ya estábamos merendaos.
A las 19.59 tomamos puntual el shinkansen Yamamabiko. Unos 50 minutos después estábamos en la estación central de Tokio y luego transbordo hasta Kamata. Allí volvimos a cenar sushi en el restaurante de cinta y a dormir.
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