Seguimos nuestro periplo por Islandia. Dejamos Reykjavik (por el momento) y nos vamos a recorrer el sur de la isla.
18 de julio
La primera parada de hoy es la cascada Seljalandsfoss, de la que nos separaban 125km.
Seljalandsfoss es una cascada de 60 metros de altura por la que se vierte el río Seljalandsá. Si llevas impermeable podrás pasar por detrás de la cascada.
El parking cuesta 700 ISK (5€). Como no teníamos ganas de empezar a pagar tan temprano y el tiempo es oro… desde fuera del parking se ve muy bien.
Seguimos nuestro camino esta vez hacia la cascada Skógafoss.
Skógafoss está situada en el curso del río Skógá y tiene una altura de 60 metros y un ancho de 25.
Según la leyenda, el primer colono vikingo en la zona, Þrasi Þórólfsson, ocultó un tesoro en una caverna detrás de la cascada.
De un lateral de la cascada parten unas escaleras con unos poquillos escalones: ¡400! Aquí encontramos una plataforma para ver la cascada desde arriba. También hay unas espectaculares vistas de toda la zona.
En el lado oriental de la cascada, un sendero para excursionismo lleva hasta el paso Fimmvörðuháls entre los glaciares Eyjafjallajökull y Mýrdalsjökull. Luego baja a Þórsmörk en el otro lado y sigue como la famosa Laugavegur a Landmannalaugar.
Bajamos los 400 escalones de nuevo y nos ponemos en camino al siguiente destino: el Arco de Dyrhólaey.
El Arco de Dyrhólaey es un impresionante arco de piedra situado en una peninsula en el extremo oeste de la playa Reynisfjara. Antiguamente era conocida entre los marineros como Cabo Portland.
La playa Reynisfjara fue catalogada en 1991 como una de las diez playas no tropicales más bellas del mundo. En 2021 fue calificada como la sexta mejor playa del mundo. La verdad es que no invita a darte un baño, pero la playa es realmente espectacular.
Este es un lugar perfecto para observar los famosos frailecillos en verano. Los verás facilmente volando y posados en las paredes rocosas de los alrededores.
Desde aquí se pueden observar las agujas de basalto de Reynisdrangar, a las que iremos luego.
Cómo no había tiempo que perder, volvimos al coche para visitar el siguiente punto: Reynisdrangar. Se trata de unas columnas de basalto que se encuentran en el otro extremo de la playa Reynisfjara.
Una popular leyenda cuenta que tres trolls, Skessudrangar, Landdrangar y Langhamrar; se dedicaron una noche a arrastrar a tierra un barco de tres mástiles hacia la orilla. Cómo la faena les llevó más tiempo del esperado, sin darse cuenta la noche llegó a su fin. Con la salida del sol, fueron transformados en piedras junto con el barco. Esas piedras son las hoy conocidas como Reynisdrangar.
Hay que puntualizar que estas piedras siguen manteniendo los nombres de los tres trolls.
En este extremo de la playa también se encuentra la cueva Hálsanefshellir. Es una de las cuevas más populares de Islandia situada al pie de la montaña Reynisfjall y está rodeada de columnas de basalto. Es todo un espectáculo de la naturaleza.
A esta hora empezaba a entrar un poco de gazuza pero queríamos esperar a llegar a la ciudad para comer. Pero junto al parking había un puesto de pylsur.
Los pylsur son los perritos calientes o hot dogs y son toda una institución en Islandia. En algún sitio he llegado a leer que son un plato nacional islandés. Están en todos sitios: puestos callejeros, supermercados y hasta gasolineras. La verdad es que están muy ricos y son muy “baratos”.
Los pylsur nos costaron 450 ISK (3.20€) y fue suficiente para matar el gusanillo.
Ya con el estómago calmado nos dispusimos a ir hasta Vík í Mýrdal. Es un pequeño pueblo situado en el municipio de Mýrdalshreppur y es el núcleo urbano más grande en 70 km a la redonda. Tiene unos 300 habitantes…
Fuimos hasta la ciudad y dejamos el coche en el aparcamiento del mirador de Reynisdrangar. Desde aquí tenemos otra magnífica vista de los “trolls” desde el otro lado.
Disfrutando del precioso paisaje nos dispusimos a buscar algún sitio para comer. Elegimos el restaurante Halldórskaffi, muy ceca y con buenas opiniones. Nos comimos una hamburguesa y un sandwich de cordero estilo islandés que estaba de muerte. También tenían unas tartas que tenían un pintón espectacular, pero entre la comida y el pylsur no había ya demasiado espacio. La comida nos costó 5.780 ISK (41.14€).
Después de la comida pasamos por un supermercado en Vík í Mýrdal a comprar algo para cenar y desayunar.
Tras la compra nos ponemos rumbo al siguiente punto de nombre impronunciable: Fjaðrárgljúfur, a 68 km de distancia.
De camino, pasando por uno de los innumerables campos de lava alfombrados por el musgo, pasábamos por un sitio con varios coches aparcados. Decidimos indagar.
Se llama Eldhraun. Allí hay un cartel informativo donde te explica un poco sobre la historia, evolución e información sobre el musgo. También hay un pequeño recorrido muy pedregoso. En él te destrozarás los pies, tobillines y zapatos.
IMPORTANTE: NO PISES EL MUSGO. Hay carteles pero aún así a la peña se la suda enormemente.
Tras la breve parada volvimos a la carretera y llegamos a nuestro destino.
Fjaðrárgljúfur es un impresionante cañón de unos 2 km de longitud y hasta 100 m de profundidad cerca del pueblo Kirkjubæjarklaustur. Fue creado por la erosión del río Fjaðrá que fluye desde los glaciares.
La rutilla es cuesta arriba pero es llevadera. Al final hay una pasarela mirador con el suelo transparente para admirar la cascada Mögáfoss.
La pena es lo poco que acompañaba el tiempo. Llovía de lado debido al viento y era muy, muy incómodo.
Vuelta al parking. Un desahogo en los servicios, que hay que decir que en casi todos los parkings hay aseos y vuelta a la carretera.
Siguiente destino: Svartifoss.
De camino, como siempre, nos paramos a hacer fotos de los espectaculares paisajes. Pero hubo uno en el que casi clavamos frenos. Se trata de una diminuta cascada, poco más que un salto de agua. Lo llamativo era el precioso decorado que formaba en el paisaje.
Continuamos el camino haciando algunas paradas para deleitarnos con el paisaje que forman las lenguas del glaciar Vatnajökull. Con 8.100 km² es el más grande de Islandia y el 2º de Europa tras Austfonna en las islas Svalbard (Noruega).
Después de un rato llegamos al parking del centro de visitantes de Vatnajökulsþjóðgarður (Parque Nacional Vatnajökull).
Vatnajökulsþjóðgarður es el segundo parque nacional más grande de Europa con más de 14.000 km². Esto es el 14% de la superficie total de la isla. Es solo superado por el Parque Nacional Yugyd Va en Rusia con casi 19.000 km².
Aparcamos y vamos hasta el centro de visitantes. Allí puedes encontrar aseos, recuerdos, información y muchas cosas más. También es donde tenemos que pagar por el aparcamiento. El precio es de 750 ISK y se paga online o en unas pantallas del centro de visitantes.
Después de pagar y sin perder tiempo, empezamos la subida hacia Svartifoss. La ruta es de unos 2 km en los que la mayor parte es cuesta arriba, pero es llevadera.
Como a mitad de camino nos topamos con Hundafoss, una cascada de 25 m de altura.
El nombre de la cascada se deriva de la palabra islandesa “hundur”, que significa perro. El nombre proviene porque, durante la crecida del río, a veces los perros de las granjas salían flotando de la cascada.
Seguimos subiendo y por fin llegamos a la joya de la corona: Svartifoss.
Svartifoss es una de las cascadas famosas de Islandia. No es por su altura (20 m) ni por su caudal. Es por el espectacular escenario en el que está enclavada. Está rodeada por columnas de basalto hexagonales. Estas columnas de basalto han servido de inspiración a los arquitectos islandeses, como en la iglesia Hallgrímskirkja en Reykjavík.
Con la hora que era (alrededor de las 8 de la tarde) no había casi nadie. Sólo dos chicas que nos sacaron varias fotos (y nosotros a ellas). Así que se podía contemplar con mucha tranquilidad.
Aquí acabábamos nuestra visitas turísticas. Ahora al alojamiento. Habíamos contratado un Guesthouse en la ciudad de Höfn a 136 km.
Por el camino nos pasó algo con lo que hay que tener mucho cuidado conduciendo. Hay una señal de tráfico en islandés que ya habíamos visto antes. No nos dimos cuenta para que servía hasta este momento.
En muchas carreteras hay una especie de ave que, estando en los bordes de la carretera, al asustarse levanta el vuelo SIEMPRE hacia ésta. Lo hace muy lentamente así que es fácil llevárselos por delante.
Aquí hubo un tramo en el que levantamos a dos (los únicos que golpeamos en Islandia). Por mucho cuidado que se tenga es casi inevitable debido a la cantidad tan grande de pájaros que hay. Lo atestiguan todos los que hay muertos en el suelo.
Los llamamos los pájaros suicidas.
Tras casi dos horas de camino, sobre las 10 de la “noche” llegamos al alojamiento. Con tan buena suerte de que la recepción cerraba a las 8… ¿y ahora que?
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En lo que parecía la estancia principal había un timbre. Tocamos. Nos sale una señora con pinta de estar muy enfadada (le jodimos el apalanque) y nos dice que no tenemos resrva allí.
Después de varias comprobaciones resultó que nuestro alojamiento era otro que estaba en el puerto con nombre bastante similar. Mil perdones.
Nos vamos al bueno y allí si pudimos entrar.
19 de julio
Hoy toca excursión por un glaciar.
Nos levantamos muy temprano, con mucho viento y lluvia y nos dirigimos al punto de partida de la excursión. La habíamos contratado con más de un mes de antelación en Civitatis.
Desde el punto de partida llegamos hasta el final del camino. Aunque llamarlo camino es ser benevolente. A partir de aquí hay que caminar alrededor de 1km hasta el extremo del glaciar. Es una de las lenguas del gigantesco Vatnajökull.
Allí te equipan con unos crampones y… ala!, a caminar por el hielo. El guía, Haukur, fue muy agradable y nos dio muchísima información de geología e historia de la zona y el país.
La verdad es que la excursión fue realmente espectacular. Muy, muy recomendable.
Si te interesa puedes contratarla a través de la web de Civitatis:
Tras la espectacular excursión, volvimos al punto de partida a por el coche y nos pusimos en camino del lago Jökulsárlón.
Jökulsárlón, situado en el extremo sur del glaciar Vatnajökull, es el lago glaciar más grande y famoso de Islandia. Es relativamente reciente ya que apareció en 1934. En 1975 había doblado su tamaño debido al aceleramiento del deshielo de los glaciares.
Su característica principal es que abundan los icebergs, que se desprenden de la lengua del glaciar Breiðamerkurjökull.
Por el lago es posible navegar con kayak entre los icebergs o hacer excursiones en barco.
En el parking tienes un par de puestecillos de comida. Tienes uno de fish & chips y otro de pylsur y sandwiches de langosta. Huelga decir que nos jincamos un pylsur bien cargado… que nos costó 650 ISK cada uno.
Tras el hot dog, cruzamos la carretera y nos dirigimos a la Diamond Beach, la playa de los diamantes. Se trata de una playa de arena negra en la que desembocan las aguas del lago Jökulsárlón. Además, junto con el agua van a parar al mar y a la playa los restos de iceberg. La arena está regada de numerosas pequeñas piedras de hielo, con lo que parece un campo de diamantes.
Pensaba que por ser verano no encontrariamos más que los icebergs grandes, pero no, estaba la playa llena. Es una auténtica maravilla.
Dejamos atrás esta maravilla y nos ponemos camino al oeste. Entre otras cosas, nos separaban 5 horas de carretera hasta el alojamiento.
Una hora después de ponernos en camino decidimos parar a comer un sandwich en un mirador. Estaba junto al alojamiento equivocado de la noche anterior. Había unas vistas preciosas pero, con el terrible viento, comimos dentro del coche. Sandwich de salami del supermercado.
De camino a la ciudad de Egilsstaðir, en cierto momento, el navegador nos manda a tomar un desvío, a falta de 124 km para llegar. Esa carretera era puro barro. No podía ser por allí. Resultó ser una de las tantas carreteras de tierra que íbamos a tomar. Al ser la primera, con lluvia y mucha niebla, íbamos acojonaitos.
Después de recorrer 21 km por ese camino infernal llegamos por fin a carretera asfaltada. En ese cruce había un cartel que indicaba que tan sólo nos faltaban 44 km hasta Egilsstaðir. Nos habíamos ahorrado 60 km por aquí.
Llegamos a la ciudad a 20 minutos de cerrar el supermercado. Compramos, repostamos y seguimos nuestro camino. Nuestro destino: el cañón Stuðlagi.
El cañón Stuðlagi está situado en el valle del glaciar Jökuldalur y contiene la mayor cantidad de columnas de roca basáltica de Islandia. Esta maravilla estaba sumergida bajo el agua hasta 2009 cuando se construyó la presa para el embalse Hálsón.
Se puede visitar desde las dos riberas. En el lado oeste tenemos una plataforma desde la que divisa de maravilla el cañón.
Entre el tremendo frío y la lluvia poco pudimos regocijarnos con el paisaje. Subimos el millón de escalones hasta el aparcamiento y nos cenamos otros sándwiches de salami.
Después del banquete nos pusimos en camino al alojamiento. Para esta noche elegimos Síreksstaðir Farm Holiday. Una granja en medio de la nada, literalmente. “Pero fue barato”. 99€ habitación privada con baño compartido y desayuno. Estaba francamente bien.
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