Este invierno decidimos darnos una pequeña escapada para visitar Bretaña y el Mont Saint Michel. Llevábamos años queriendo visitarlo. Sin imaginar que sería el último viaje en avión que realizaríamos en mucho tiempo a causa de la pandemia de Covid-19 que se declararía, tan solo, una semana más tarde de nuestra vuelta.
6 de marzo
Llegamos a Bretaña
La noche anterior nos acostamos con la incertidumbre que deja una huelga de controladores aéreos en los aeropuertos franceses. Pero en principio tanto por la web de Easyjet como por la de Aena parece que va en hora.
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Iati segurosLlegamos al aeropuerto y, efectivamente, embarcamos en hora. Pero estando ya sentados, avisan de que nos retrasaremos una hora.
Despegamos con unos 50 minutos de retraso. Nantes nos recibe con lluvia y 2ºc. Vamos a pasar frío.
Nos vamos directamente a por el coche, un citroen cactus, más feo que un dolor por dentro y por fuera. El coche nos costó en total 64.94€ los tres días.
Salimos del aeropuerto y al poco… atasco. Obras en un puente en la circunvalación de Nantes. Pero bueno, va relativamente ligero.
Pasamos el atasco y unos 20 km más adelante ¡PAM!, otro atasco. Este más gordo y más lento. Más obras en la carretera.
Pasamos el trago y como a mitad de camino entre Nantes y Rennes nos paramos a comer algo.
No lo recordaba de la vez anterior, pero el café en Francia está jodidamente perro. Da mucho asco. Así que pocos cafés más íbamos a tomar.
Seguimos de camino. Como hora y media después llegamos al pueblo medieval de Dinan.
Dinan
Dinan se funda en el siglo XI. Hacia el año 1283 se construye la muralla y en 1364 el castillo. La ciudad prospera en el siglo XVI gracias a la artesanía y al puerto en el río Rance.
En el siglo XVIII la actividad comercial fue estimulada por la instalación de numerosos telares. Estos abastecían de velas y telas a los navíos de Saint Malo.
Hay muchos parking en el pueblo. Como estamos en temporada baja, los del centro del pueblo tienen plazas libres.
Aparcamos en el de la plaza del mercado y nos clavan 2.40€ por hora y media. Desde aquí empezamos a pasear por el casco medieval. La primera parada es la Église Saint-Malo de Dinan.
Construida durante el siglo XV, el duque Francisco II, temiendo la captura de Dinan ordenó la destrucción de la primera iglesia de Saint-Malo poco después. Entre finales del siglo XV y el XVI se reconstruyó y se fue ampliando poco a poco.
Seguimos paseando y un poco más abajo llegamos al convento Les Cordeliers. Construido en 1251 bajo el patrocinio de Notre Dame des Vertus para los monjes franciscanos, hoy en día reconvertido en instituto de educación secundaria. Lo malo es que no están permitidas las visitas.
Seguimos bajando paseando por el precioso casco antiguo de Dinan hasta llegar a la Tour de l’Horloge, un campanario construido en el siglo XV. Se puede subir al campanario pagando 4€.
Muy cerca se encuentra la Basilique Saint-Sauveur de Dinan. Es una de las dos iglesias parroquiales católicas de Dinan junto con la Église Saint-Malo. Las partes más antiguas del edificio se construyeron el el siglo XII. Es de estilo románico y gótico.
Seguimos paseando y llegamos hasta el Château de Dinan. Construido en 1384, fue declarado monumento histórico en 1886. Pertenece a la comuna y alberga un museo municipal. Con esta visita terminamos con Dinan.
Sobre las 17.30 nos pusimos de camino a Saint Malo. Como media hora después llegamos a la ciudad y dejamos el coche en uno de los parking intramuros.
Saint Malo
Sain Malo es un histórico puerto francés en Ille-et-Vilaine, Bretaña, en la costa del Canal de la Mancha. Fue fundada por los galos en el siglo I a.C. como la Reginca Romana o Aletum.
A fines del siglo IV d. C., el distrito de Saint-Servan era el sitio de un importante promontorio de la costa sajona. Protegía el estuario del Rance de los invasores marítimos de más allá de las fronteras.
Durante el declive del Imperio Romano Occidental, Armórica (la actual Bretaña) se rebeló contra el dominio romano bajo los Bagaudae y en los siglos V y VI recibió a muchos británicos celtas que huían de la inestabilidad a través del Canal.
El moderno Saint-Malo tiene sus orígenes en un asentamiento monástico fundado por San Aarón y San Brendan a principios del siglo VI.
El 11 de marzo de 1590 Saint-Malo proclama su independencia del Reino de Francia y se vuelve la República de Saint-Malo, tomando el lema “no francés, no bretón, sino malouino”. La república llega a su fin el 5 de diciembre de 1594 con la conversión al catolicismo del rey Henri IV.
Tras la anexión definitiva del Ducado de Bretaña a Francia, y con el descubrimiento de América y el desarrollo de los intercambios comerciales ultramarinos, Saint-Malo se convirtió en un emporio económico. Este desarrollo económico se frena a causa de la Revolución Francesa El episodio más traumático fue el fusilamiento de 60 “contra-revolucionarios” en las dunas del tulard de la Armada vendeana en diciembre de 1793. El más joven tenía 16 años, el más viejo 19.
Tras la revolución, la pesca se convierte en su actividad económica principal hasta que, a mediados del siglo XIX se convierte en uno de los principales balnearios de Europa.
Tras el Desembarco de Normandía y el avance aliado hacia Bretaña, las tropas alemanas se hicieron fuertes en Saint-Malo. Las tropas estadounidenses bombardearon intensamente la ciudad hasta que los alemanes se rinden. Durante estos bombardeos se utiliza por primera vez el napalm. La mayor parte de intramuros, así como el puerto, quedaron devastados.
Subimos al muro para recorrerlo y disfrutar de las vistas. Hacía un viento que literalmente te llevaba a parte de lluvia a ratos. Hubo hasta un momento que nos cayó aguanieve.
La verdad es que mereció la pena. Las vistas tanto a la costa, como a la ciudad son increíbles. La pena es que con la marea alta no se podía llegar a las islas Petit y Grand Bé.
Recorrimos el muro y bajamos a la altura del ayuntamiento. El viento y la lluvia había podido con nosotros.
Atravesamos la puerta de San Vicente y junto a ella nos sentamos en una crepería llamada La duchesse Anne a tomarnos algo y, como no, a comernos un crepe mientras llovía a mares.
Los crepes los comimos en un sitio llamado Brasserie du Lion D’Or, junto a la puerta de San Vicente.
Después de reponer fuerzas nos fuimos a dar un paseo nocturno hasta la catedral.
El pueblo de noche estaba totalmente desierto y con poquita iluminación así que decidimos volver al coche que estábamos a 45 km del hotel. El parking nos costó tan solo 0.60€ por casi dos horas. Nos quedamos flipando. Supongo que en temporada alta será un leñazo.
Tardamos casi una hora en llegar al hotel. Llovía a mares y no se vía nada, a parte de que nos perdimos por el camino.
El hotel elegido fue el Ibis Portonson Baie du Mont Saint Michel. Un hotel recién construido, tanto que en el google maps la ubicación aparece en medio de un cercado. El hotel estaba muy bien, del corte clásico de todos los ibis. Además muy barato, 57€ la noche con desayuno incluido.
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Para cenar, como se había hecho tarde, decidimos hacerlo en el restaurante del hotel, que era especialista en carne a la parrilla. La carta estaba solo en francés así que después de un buen rato nos fuimos a lo seguro y nos pedimos unas hamburguesas que estaban realmente buenas. La única pega fue el servicio lento lento.
Después de cenar, a la cama que había que madrugar mucho.
7 de marzo
Nos levantamos bien temprano. Hoy tocaba visitar el sitio cual era la razón para realizar el viaje: el Mont Saint Michel.
Mont Saint Michel
El Mont Saint-Michel se encuentra situado en una isla mareal rocosa (una isla conectada a tierra a través de una lengua de arena), aunque durante la prehistoria se encontraba en tierra firme.
El Monte Saint-Michel fue utilizado en los siglos VI y VII como un bastión de Armórica hasta que fue saqueado por los Francos. Entre los siglos V y VIII, el Monte Saint Michel perteneció al territorio de Neustria y, a principios del siglo IX, era un lugar importante en las marchas de Neustria.
Hasta el siglo VIII la isla se llamaba Mont Tombe (en latín, tumba). Según una leyenda, el arcángel Miguel se le apareció en el año 708 a Aubert de Avranches, obispo de Avranches, y le indicó que construyera una iglesia en el islote.
A través del Tratado de Compiègne en el año 867, el rey de los francos concede la península de Cotentin y el Avranchin, incluido el Monte Saint Michel, a los bretones.
En el año 933 Guillermo I Espada Larga se anexiona a Normandía la Península de Cotentin del debilitado Ducado de Bretaña.
En 1067, el monasterio del Monte Saint-Michel dio su apoyo a Guillermo el Conquistador en su pretensión al trono de Inglaterra.
Durante la Guerra de los Cien Años, el Reino de Inglaterra realizó repetidos asaltos a la isla, pero no pudo tomarla debido a la mejora de las fortificaciones de la abadía.
Desayunamos tranquilamente, tirando medio café que mira que estaba perro, imbebible.
Nos ponemos en camino y sobre las 9 de la mañana ya estábamos fuera del coche. Lo dejamos en uno de los 13 parkings. En verano tiene que ser tremendo lo que se junta de gente. Hay un bus gratuito que te lleva desde los parkings hasta la puerta del recinto pero nosotros decidimos hacerlo andando disfrutando de las vistas.
Supuestamente se tarda unos 35 minutos pero, entre fotos y selfies tardamos como 45.
Mientras cruzábamos el puente, llegó un bus de línea que venía desde la cercana ciudad de Portonson. La verdad es que mientras preparaba el viaje no lo vi por ningún sitio.
El pueblo es muy bonito, subimos dejando atrás a ambos lados multitud de restaurantes, hoteles y tiendas de regalos hasta llegar, después de como un millón de escalones, a la abadía.
La entrada cuesta 11€ y, a parte, alquilamos una audioguía por 3€ más que estaba muy bien porque al ser sin auriculares podíamos compartirla.
La abadía es realmente espectacular, con una historia muy, muy rica. Es una visita totalmente imprescindible.
Durante toda la visita nos acompañó un equipo de una televisión surcoreana que tenían pinta de estar grabando un documental.
Al terminar la visita, el siguiente paso era visitar Fougères. Pensábamos comer allí pero nos separaban 50 minutos de coche al final decidimos buscar algo en las afueras del monte. Para volver tomamos el bus gratuito hasta la primera parada que hacía.
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Habían muchos restaurantes pero algunos estaban cerrados. Suponemos que serán estacionales y sólo abrirán en verano.
Al final nos decidimos por uno que tenía muy buenas críticas en internet: el Restaurant La Ferme Saint Michel, de comida típica francesa.
Comimos exagerado de bien aunque algo caro, pero es la tónica en Francia. Nos comimos 2 menús, uno de 24€ y otro de 29€. Ambos constaban de entrante, plato principal y postre, todos a elegir entre varias opciones. La verdad es que es muy recomendable.
Con la barriga llena volvimos al parking y pagamos los 9.10€ que costaba en temporada baja y nos pusimos en camino de la villa medieval de Fougères.
Fougères
Fougères es una comuna y subprefectura francesa de Ille-et-Vilaine, en la región de Bretaña. La presencia de numerosos monumentos megalíticos, particularmente en el bosque de Fougères , sugiere que la región ya estaba habitada en el Neolítico.
La creación de Fougères se remonta a la Edad Media. Encontramos la primera mención del castillo de Fougères hacia finales del siglo X, siendo entonces una simple fortificación de madera situada sobre un promontorio rocoso, cuya posición dominaba ventajosamente el valle del Nançon y las marismas circundantes.
A partir del siglo XII la población se aleja de la orilla del Nançon y la ciudad crece hacia arriba, dividida en dos parroquias: Saint-Sulpice para la ciudad baja y Saint-Léonard para la ciudad alta. La economía entonces se basa en las curtidurías , tejedoras y pañeras.
En el siglo XVI la ciudad pierde su papel defensivo. La artesanía continúa desarrollándose, en particular el trabajo en peltre. Durante las Guerras de Religión, la ciudad siguió siendo católica mientras que Vitré se vio afectada por los enfrentamientos con los hugonotes.
A principios del siglo XX la industria va reemplazando gradualmente a la artesanía y crece poco a poco la fabricación de calzado.
Durante la Crisis del Petróleo de 1973, las fábricas de calzado van cerrando poco a poco. A partir de aquí la industria se diversifica: agroalimentaria, mueblera, mecánica, vidrio, electrónica, informática y robótica. Fougères también organiza un importante mercado de ganado. A partir de la década de 2000, la ciudad se abrió más al turismo, gracias al desarrollo de su castillo medieval y sus barrios históricos.
Algo menos de una hora después de salir estábamos aparcando en uno de los parking de la villa que era gratis, por lo menos en esta época.
Nada más salir del parking, nos encontramos de frente con el Château de Fougères.
El Château de Fougères, fue construido en el siglo X y destruido en 1166, lo que ahora podemos ver es una reconstrucción que abarca desde el siglo XII hasta el siglo XV. Se puede visitar pagando 8.50€.
Junto al Château de Fougères se encuentra la Église Saint-Sulpice de Fougères. Levantada entre los fosos del castillo y el antiguo curso del río Nançon, en el barrio medieval de los curtidores entre los siglos XII y XVI, constituye el corazón del bourg-vieil (ville-basse).
Muy cerca salía una veredilla que se supone que llevaba a un mirador llamado Butte à Bigot. No vayas. Es un engaña bobos. No se ve una mierda.
Bajamos del engañabobos y vamos paseando por el barrio medieval hasta llegar al jardín público.
Subimos los cuestones del jardín público hasta llegar a la Eglise Saint-Léonard. Desde allí podemos admirar unas magníficas vistas, no como desde el engañabobos el Butte à Bigot.
La Eglise Saint-Léonard se construyó en el siglo XII por los monjes de Pontlevoy en la meseta con vistas al castillo de Ferns.
Como se había hecho demasiado tarde, decidimos cancelar la visita de Vitré e irnos directamente a Rennes, donde tenemos el hotel para pasar la noche.
Unos 40 minutos después de salir, llegábamos al hotel. Elegimos el Novotel Rennes Alma. Bien situado para nosotros ya que estaba junto a la salida de la circunvalación que enfilaba directa para Nantes para no perder tiempo al día siguiente. Lo malo es que, para llegar al centro de Rennes, hay que usar transporte público.
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Rennes
Rennes es la capital de la región de Bretaña y capital del departamento Ille y Vilaine. Fue fundada entre los siglos II y I a.C. como capital de la tribu gala de los redones llamándose entonces Condate. Durante el Imperio Romano se convierte en un importante núcleo urbano.
La ciudad se convierte una de las poblaciones más importantes de la región fronteriza del Ducado de Bretaña durante la Edad Media con la llegada de los pueblos bretones.
Tras la anexión del Ducado de Bretaña al reino de Francia, se convierte en una capital provincial y acoge el Parlamento de Bretaña.
El hotel nos sorprendió pero no para bien. Para empezar no tenía ascensor. Tiene solo dos plantas pero subir por las escalera cargados con las maletas es una faena. Además, se veía bastante viejo. La habitación era muy amplia y teníamos a nuestra disposición tés y cafés solubles gratuitos en la habitación.
Dejamos el hotel y nos fuimos al metro, que estaba a unos 15 minutos del hotel. Tomamos la línea A por 1,50€ (1.80$) cada billete, que son válidos durante una hora y nos fuimos hasta la estación République.
Salimos del metro y nos encontramos junto al Palais du Commerce. Construido a finales del siglo XIX y principios del XX, es una antigua bolsa de valores. El edificio albergaba la biblioteca, la Escuela Regional de Bellas Artes o el Conservatorio Nacional de Música. Una oficina de correos y el Café de la Paix han estado presentes en el edificio desde la primera inauguración.
Nos vamos dando un paseo hacia el centro de la ciudad. Muy cerca llegamos a la Place de la Mairie. En ella podemos encontrar el ayuntamiento y la Opéra de Rennes.
El ayuntamiento o Mairie fue construido entre 1734 y 1743 por Ange-Jacques Gabriel tras el gran incendio de Rennes en 1720, mientrasToussaint-François Rallier du Baty era alcalde. Albergaba en su ala norte las facultades de derecho y ciencias de 1840 . El gabinete de química, ocupado en particular por el profesor Faustino Malaguti hasta 1855 , estaba en la actual alcaldía.
La Opéra de Rennes es una sala de estilo italiano diseñado por Charles Millardet y construido por Pierre Louise en el siglo XIX. Hoy, el edificio alberga principalmente arte lírico y organiza algunos eventos locales, como la ópera al aire libre.
Muy cerca se encuentra el Palacio del Parlamento de Bretaña. Es un edificio de arquitectura clásica construido en el Siglo XVII y fue la sede del Parlamento de Bretaña desde su construcción hasta su disolución por la Revolución Francesa en febrero de 1790. El edificio se convirtió en la Corte de Apelaciones de Rennes en 1804. Este monumento fue completamente restaurado después del incendio del 5 de febrero de 1994, consecuencia de un incidente relacionado con las violentas manifestaciones de pescadores.
Seguimos paseando por el precioso casco medieval de Rennes hasta llegar a la Basilique Saint-Aubin en Notre-Dame de Bonne-Nouvelle. Es una basílica católica menor situada en la Place Sainte-Anne. Se empezó su construcción en el año 1884 y a día de hoy sigue sin terminar. A parte de eso, están arreglando los alrededores así que el recinto está cerrado y lleno de materiales de construcción.
A un lado se encuentra el Le Couvent des Jacobins – Centre des Congrès de Rennes Métropole. Es un antiguo edificio religioso y un antiguo cuartel construido en 1369. Incluye una abadía, un claustro y edificios conventuales. En 2018, el edificio se convirtió en el centro de convenciones de Rennes Métropole.
Para cenar, paseando fichamos un sitio de hamburguesas con una pinta tremenda. Se llama Back to the 60’s y como indica, está ambientado en el Estados Unidos de los 60. Como cerraba tarde y estaba hasta arriba, seguimos paseando.
Al rato volvimos y seguía hasta las tachas pero aún así entramos. Esperamos como 20 minutos y nos dieron mesa. Hay que decir que, efectivamente, estaban de escándalo y no fue demasiado caro. Todas las hamburguesas estaban alrededor de 15€ y venían con un montón de papas fritas y un poquito de ensalada.
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Después de cenar volvimos al metro para ir al hotel a descansar.
Sacando el billete, llegó una chica que acababa de bajarse y nos dio su billete que aún estaba en vigor. Nos explicó que es una práctica habitual dejarlos encima de la máquina para que la gente lo usara. Ahí nos dimos cuenta de que en todas habían bastantes billetes. De hecho, había carteles que decían que estaba prohibido. Cuando llegamos a nuestra parada, hicimos lo mismo. Allá donde fueres haz lo que vieres…
8 de marzo
Nos levantamos tempranito con un poco de lluvia y nos ponemos en camino a Nantes. En principio nos iba a separar hora y media. Al llegar, los alrededores del hotel estaban todos cortados por una carrera popular por el día de la mujer, así que tardamos 2 horas en llegar al hotel.
Nantes
Nantes es la capital del Departamento de Loira Atlántico y está situada a orillas del río homónimo.
Se cree que durante la época romana su nombre era Condevicnum y era la capital de un pueblo llamado «Namnetes» y era parte de la provincia Lugdunense (cuya capital era Lugdunum, la actual Lyon).
El dominio imperial sobre Nantes terminó a principios del siglo v, y la ciudad formó parte sucesivamente del reino de Clodoveo, del reino franco de Neustria y del Imperio carolingio.
En el año 843, los vikingos invadieron por primera vez Nantes. Se asentaron en una isla de la zona y a lo largo de casi 100 años hicieron varios intentos de conquista. Fuero expulsados definitivamente en 937 por el duque bretón Alain Barbetorte, quien hizo de la ciudad su capital. Pero, después de su muerte, el ducado pasó a los condes de Rennes.
A mediados del siglo XI, el conde Hoel de Cornouaille heredó el condado de Nantes y desposó a la heredera del ducado de Bretaña. Durante la guerra de los Cien Años, Nantes fue sitiada por los ingleses en 1343, atacada por el conde de Buckingham, y libertada posteriormente por Olivier de Clisson en 1380.
Fue nuevamente sitiada en 1491 por el rey de Francia Carlos VIII, a quien fue entregada por traición, casándose con la duquesa Ana de Bretaña para legitimar los derechos que acababa de adquirir sobre la herencia de Ana.
En consecuencia de estos matrimonios, la Bretaña, así como la ciudad de Nantes, quedó incorporada a la Francia oficialmente en 1532. Nantes dejó de ser la capital de Bretaña pasando a ser Rennes.
Entre los siglos XV y XIX era el puerto de comercio atlántico de esclavos más importante de toda Francia.
Después de mil vueltas y al borde de la desesperación, conseguimos llegar a la parte trasera del hotel donde estaba la entrada del parking.
El hotel que elegimos fue el Ibis Nantes centre Gare Sud. En pleno centro de Nantes pero fácil de llegar en coche en condiciones normales, de hecho, salir de la ciudad no nos costó nada. El parking nos costó 13€ extra.
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Dejamos las cosas en consigna porque era temprano y nos vamos a ver Nantes.
Justo al lado del hotel se encuentra La Tour Lu. La torre pertenece a la antigua fábrica de LU (la de las galletas) inaugurada en 1895. En 1909 se construyeron dos torres en las esquinas pero fueron dañadas por los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy sólo se conserva una de ellas que fue restaurada a su estado original por el arquitecto Jean-Marie Lépinay a finales de la década de 1990.
Desde aquí llegamos cruzando un puente hasta el exterior del Château des ducs de Bretagne, el castillo de los duques de Bretaña. Sirvió como el centro de la provincia histórica de Bretaña hasta su separación en 1956.
Se encuentra en la margen derecha del Loira, que anteriormente alimentaba sus zanjas. Fue la residencia de los duques de Bretaña entre los siglos XIII y XVI, convirtiéndose posteriormente en la residencia bretona de la monarquía francesa. Hoy el castillo alberga el Museo de Historia de Nantes.
Junto al castillo se encuentra la oficina de turismo. Entramos a por un poco de información. La chica que nos atendió lo pasó fatal la pobrecilla porque de inglés iba bastante justita, por no decir que iba muy floja.
Entramos al castillo ya que pasear por lo alto del muro es gratis. A pesar de la lluvia y el frío, recorrer los muros está muy bien, disfrutas de buenas vistas de los alrededores.
En uno de los laterales, había un tobogán larguísimo que iba hasta el foso pero sólo abre en verano si la climatología lo permite. Ahora, es un mamotreto que no pega ni con cola.
De aquí nos fuimos dando un paseo bajo la lluvia hasta la Cathédrale Saint-Pierre-et-Saint-Paul, la catedral de la diócesis de Nantes y sede del obispo de Nantes. Su construcción abarcó 457 años, desde 1434 hasta 1891 , pero estos retrasos de ninguna manera afectan la calidad o la consistencia de su estilo gótico . Ha sido clasificado como monumento histórico desde 1862.
Dentro se puede admirar la tumba y efigies del duque Francisco II de Bretaña y su esposa Margarita de Foix (padres de Ana de Bretaña). Esta tumba de mármol, que Michel Colombe tardó cinco años en realizar (1502-1507), está decorada con los doce apóstoles y cuatro mujeres que representan la fuerza , la prudencia ,templanza y justicia. Fue instalado en la catedral en 1817.
El edificio también alberga el cenotafio del General de Lamoricière , un monumento erigido en 1878 en homenaje papal a los servicios prestados por este hijo de Nantes.
Al salir de la catedral, nos fijamos que en el suelo había una línea verde. Resulta que tienen marcados los recorridos turísticos por la ciudad. Además, en ciertos puntos hay un ojo dibujado, punto perfecto para contemplar el monumento.
Teníamos ya un poquillo de gazuza pero era temprano. Al lado de la catedral había una panadería pastelería en la que había una gran cola que se alargaba por la calle. Esto tiene que estar muy rico, así que nos pusimos en cola.
El sitio de llama La Boulangerie d’Antan. Tenía un millón de tipos de pan, pasteles y bocadillos. Nos pillamos unos dulces típicos de Nantes llamados bottereaux, que son como una especie de donuts cuadrados y pequeños, y tambien un brioche nosequé que estaba de muerte.
Muy cerca pasamos por delante de un starbucks. Aunque no nos gusta mucho, decidimos entrar para ver si, al ser una franquicia, el café estaba menos perro. Yo me pedí un matchalatte calentito y Sara si se pidió un café que estaba menos perro pero no bueno.
Ya con el cuerpo calentito nos acercamos a la cercana Place Royale. Fue diseñada en 1786 por el arquitecto Mathurin Crucy y construida en 1790 después de la destrucción de las murallas medievales. La fuente se construyó en 1865.
Junto a la fuente había un grupo de personas realizando una reivindicación por el día de la mujer.
Detrás de la Place Royale se encuentra la Basilique Saint-Nicolas. Es una basílica de estilo neogótico. El edificio actual se construyó entre 1844 y 1869, aunque ya desde el año 1186 hay indicios de un edificio religioso.
Muy cerca se encuentra también el Passage Pommeraye, una galería de mercado construida a partir de finales de 1840. Su construcción llevó a la ruina de su promotor, Louis Pommeraye.
El pasaje, considerado como un éxito arquitectónico, seguía siendo un lugar floreciente de comercio. Se ha beneficiado de una renovación completada en 2015. El sitio desde luego es una preciosidad.
Un poco más adelante llegamos a la Place Graslin. Ésta es una de las principales plazas del centro de la ciudad de la cual el monumento más significativo es el Teatro Graslin, que es la ópera de Nantes construido a finales del siglo XVII.
Mientras vamos de camino a Les Machines de l’Île, vamos buscando algún sitio para comer, pero no hay nada de nada abierto. ¿Un domingo a mediodía todos los restaurantes cerrados? Vivir para ver.
Al llegar a la explanada donde se encuentra el recinto de Les Machines de l’Île, vemos que hay una pequeña cafetería llamada Café de la Branche, así que entramos a mirar. Tenían bocadillos y sandwiches así que nos comimos unos sandwiches gratinados que venían en un plato con ensalada que estaba muy bueno y costaba 7.50€.
Al terminar de comer, empezaba el primer paseo del Grand Éléphant, la estrella de la exposición de Les Machines de l’Île.
Les Machines de l’île es un espacio de exhibición y entretenimiento creado por François Delarozière y Pierre Orefice que se encuentra en la Isla de Nantes, en el Parc des Chantiers, en el sitio de antiguos astilleros ahora en desuso. Las máquinas de la isla se encuentran en la encrucijada de los “mundos inventados” de Julio Verne , el universo mecánico de Leonardo da Vinci y la historia industrial de Nantes.
Hicimos una larga cola para poder comprar la entrada. El precio de la entrada a la exposición cuesta 8.50€. Con ésta misma entrada te descuentan 1.60€ si te quieres subir al Carrousel des Mondes Marins. Pero si en vez de montarte en el carrousel solo quieres verlo, te soplan 6.30€. Buen negocio. El viaje en el Grand Éléphant cuestan otros 8.50€.
La exposición está bastante chula. Consiste en varias máquinas con formas de animales imitando sus movimientos donde te van contando varias historias sobre ellos. Las explicaciones son en francés pero en muchos sitios tienes códigos QR con los que te descargas una aplicación donde las dan también en varios idiomas incluido castellano. También tienes acceso a los talleres en los que exponen un vídeo explicativo de como se ha montado todo el tinglado. Está en francés pero subtitulado en inglés.
Al salir, nos acercamos al Carrousel des Mondes Marins pero como en el vídeo explicativo ponían muchas imágenes, pasamos de pagar los 6€ ya que no nos íbamos a subir.
De aquí nos fuimos dando un paseo por la ribera del río Loira hacia el hotel a hacer el check-in y descansar un poco.
El paseo por la ribera nos lo había recomendado la muchacha de la oficina de información pero la verdad es que no tiene nada reseñable.
El hotel sigue la misma línea de los ibis. La habitación algo pequeña, pero después de haber estado dos veces en las minúsculas habitaciones de los hoteles japoneses, no nos importa demasiado. Lo mejor es que tiene muy buenas vistas al Château des ducs de Bretagne y a la catedral.
Después del descanso volvemos a salir para dar un paseo. Paseamos por Les cours Saint-Pierre et Saint-André, que son dos boulevards que van por la parte trasera de la catedral y que las separa una plaza en la que se encuentra una columna homenaje a Luis XVI.
Nos llegamos a la cercana Eglise Saint Clément y volvimos sobre nuestros pasos. Pasamos por el canal del río Erdre, en el que proyectan un vídeo del careto de una chavala en el agua. Una tontería pero está curioso. Se llama Nymphéa.
De aquí nos fuimos hacia el casco antiguo a buscar algún sitio para cenar. Paseamos alrededor el castillo y fuimos siguiendo una de las líneas verdes turísticas. La línea nos llevó hasta la Place du Bouffay, en la que se encuentra una curiosa escultura de un tipo con un pie por fuera del pedestal con la que estuvimos un rato haciendo el tonto.
Volvimos a seguir la línea verde hacia el centro y llego hasta la Église Sainte-Croix de Nantes en donde se metía en una galería comercial cerrada.
Seguimos paseando y cuando llegábamos por el ayuntamiento empezó a llover. Decidimos meternos en un sitio a cenar. Con las pintas que llevábamos nos metimos en un sitio muy fino y moderno llamado Le cochon qui fume. Comimos muy bien a pesar del sablazo y nos fuimos a descansar al hotel.
9 de marzo
Último rato en Francia. Nos levantamos temprano y nos fuimos a la panadería del día anterior a comprar unos bocatas para comer en el avión y unos dulces. De vuelta al hotel lo hicimos paseando. Volvimos al castillo para disfrutarlo un ratito sin lluvia.
Daba mucha pena irse porque hoy hacía sol y estaba el cielo completamente despejado. Volvimos al hotel, cogimos el coche y nos fuimos para el aeropuerto. A las 11.50 salía puntual el vuelo hacia Granada, donde llegábamos con unos 20 minutos de adelanto después de un vuelo tranquilo.
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Balance Final
Un viaje de tres días muy intenso y bien aprovechado. Una vez más, Francia nos sorprende por sus paisajes, sus pueblos y su gente. La verdad es que mereció mucho la pena y seguro que no será la última vez que la visitemos.
Aquí dejamos un mapa con los puntos visitados en este viaje: