Seguimos nuestro viaje por España, pasando la noche en Zaragoza.
19 de julio
Nos levantamos tempranito, desayunamos en el hotel y nos vamos de paseo por Zaragoza.
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Antes de la visita al Palacio de la Aljafería, que teníamos entrada para las 10.00, pasamos por edificio de Correos y Telégrafos del Paseo de la Independencia. Se trata de un precioso edificio de estilo neomudéjar inaugurado en el año 1926. En él destaca toda su fachada por sus elementos mudéjares, como la cerámica vidriada. También por cómo se han integrado con otros elementos barrocos y renacentistas.
El interior también es espectacular, aunque da un poco de fatiga entrar a sacar fotos mientras la gente hace sus quehaceres.
Ahora si, nos ponemos en camino al palacio.
Palacio de la Aljafería
El Palacio de la Aljafería (قصر الجعفرية) es un palacio fortificado construido en la segunda mitad del siglo XI por el rey Abú Yaáfar al-Muqtádir. Se hizo como residencia de los reyes hudíes de Saraqusta.
Tras la reconquista de Zaragoza en 1118 pasó a ser residencia de los reyes cristianos de Aragón. Fue utilizada como residencia regia por Pedro IV el Ceremonioso (1319-1387). Más tarde, por los Reyes Católicos tras una reforma de la planta principal en 1492.
En 1593 se vuelve a reformar convirtiéndolo en fortaleza militar. Aún se conservan el foso y los jardines.
Durante el Sitio de Zaragoza en la Guerra de Independencia (1808-1814) sufre grandes desperfectos. A finales del siglo XX se termina de restaurar y hoy en día acogen las Cortes de Aragón.
La verdad es que es el edificio es realmente espectacular y, la verdad, no tenía ni idea se que existía hasta que empecé a organizar el viaje.
La entrada tiene un precio de 5€.
Para terminar con Zaragoza, volvimos hasta el río para contemplar el Puente de Piedra, construido entre 1401 y 1441 por Gil de Menestral. Se sabe que anteriormente hubo un puente de la época romana, que fue destruido en el año 828. Más tarde fue reconstruido por Abderraman II en 839.
Fue remodelado en el siglo XX en varias ocasiones y en 1991 se añadieron cuatro leones de bronce, obra del escultor Francisco Rallo Lahoz.
Ahora si acabábamos con Zaragoza. Nos dirigimos al siguiente destino: Huesca, a unos 73 km de Zaragoza.
Allí nos esperaban unos familiares para enseñarnos la ciudad. Así que tocaba despreocuparnos de la organización.
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Huesca
Empezamos al visita por la Catedral de Huesca. La Santa Iglesia Catedral de la Transfiguración del Señor o Catedral de Santa María de Huesca fue construida entre el año 1294 y principios del siglo XVI en estilo gótico. La catedral se halla en el lugar más elevado del cerro sobre el que se asentó la primitiva ciudad de Huesca.
En la Plaza de la Catedral también encontramos el ayuntamiento de Huesca. Un palacio construido en el siglo XVI sobre el solar que, anteriormente, ocupó la sede del concejo.
En 1577 el maestro Miguel Altué realizó una serie de reformas debido al mal estado en el que se encontraba el edificio. Entre esas reformas se encuentran la construcción del Patio y el Salón de Sesiones. 40 años después se remodeló la fachada para que estuviera acorde a las nuevas reformas interiores del edificio.
El edificio histórico reúne en uno dos importantes monumentos oscenses: las Casas de la Ciudad, en las que el Concejo ha gobernado Huesca desde el año 1461. Y el Colegio de Santiago, fundado en el siglo XVI, que perteneció a la antigua Universidad de Huesca.
Seguimos paseando por el casco antiguo de la ciudad. Pasamos por la Plaza de la Universidad, en donde se encuentra, entre otros edificios, el museo de Huesca.
Está compartido entre dos edificios: la Universidad Sertoriana de Huesca construida por el arquitecto oscense Francisco Antonio de Artiga en 1690 en estilo barroco. Y el anejo Palacio de los Reyes de Aragón, construido en el siglo XII. En él se encuentran el Salón del Trono, la Sala de la Campana, donde se sitúa la leyenda de la Campana de Huesca, y la Sala de la reina Petronila. El museo de inauguró el 29 de junio de 1873.
A continuación bajamos hasta el monasterio de San Pedro el Viejo, un edificio de estilo románico construido en el siglo XII. Es una de las iglesias más antiguas de España y de las pocas que conservan íntegras del tiempo de los godos.
Durante la ocupación musulmana, la iglesia fue cedida a los cristianos que quedaban en la ciudad como tributarios con la facultad de celebrar allí su culto.
En 1096, tras la conquista de la ciudad por los cristianos, en este lugar se encontraba un templo cristiano visigodo dedicado a San Pedro. Este había sido utilizado durante el dominio árabe por los mozárabes de la ciudad (entonces llamada Wasqa). Fue entonces cuando fue apodado “el Viejo”.
Aquel templo fue donado a los benedictinos que lo renovaron y lo convirtieron al románico. Estilo acorde a los cánones estéticos de la época. Las obras comienzan en 1117 durante el reinado de Alfonso I el Batallador, justo antes de la conquista de Zaragoza.
En la antigua Sala Capitular, reconvertida en panteón, se encuentran los sepulcros los reyes de Aragón Alfonso I el Batallador y su hermano y sucesor, Ramiro II el Monje.
Es Monumento Nacional desde 1885. Su arquitectura y escultura lo convierten en uno de los conjuntos históricos más importantes del románico aragonés.
Continuamos nuestro paseo oscense por la contigua Plaza López Allué, conocida popularmente como la plaza del mercado ya que, hasta 1976 era el lugar donde se realizaba este tipo de funciones.
Se trata de una plaza rectangular que se presenta con un aspecto muy compacto y unitario, al estilo de las clásicas y tradicionales Plazas Mayores españolas. La plaza queda delimitada por edificios que presentan cuatro pisos de altura al exterior, siendo la planta baja de altas proporciones y abierta en altos soportales acabados en arcos de medio punto que se apoyan sobre gruesas pilastras de sección rectangular.
Bajando hacia la Plaza de Navarra, pasamos por delante de un edificio que me llamó la atención: el Palacio de Villahermosa (o casa de los condes de Guara). Construido en estilo renacentista en el siglo XVII para los condes de Guara, que acompañaron a Pedro I en la famosa jornada de Alcoraz en la que Huesca se convirtió en la ciudad más importante de la Corona de Aragón.
En el siglo XIX, la Casa de Guara se unió a la de Villahermosa, la más antigua estirpe aragonesa después de los reyes.
En 1926 el palacio fue cedido al colegio San Viator de Huesca por la duquesa María Pilar Azlor de Aragón y Guillamas. Ejerció como tal hasta 1983.
En 1999, abandonado y en estado de ruina, es adquirido por Ibercaja que lo restaura y se convierte, en 2005, en centro cultural de la entidad bancaria en Huesca.
Seguimos bajando y llegamos hasta la Plaza de Navarra. Aquí encontramos la preciosa Fuente de las Musas, una fuente con dos niveles construida en 1885. La planta inferior se encuentra decorada por un repertorio de mascarones, sirenas, conchas y elementos naturalistas. En superior un conjunto de figuras completas representan a la musas de las artes.
El edificio más destacado de la plaza es el Círculo Oscense, también conocido como el Casino de Huesca. Fue construido en 1904 por el arquitecto Ildefonso Bonells en estilo modernista.
A su espalda encontramos el enorme parque de Miguel Servet, el más grande y uno de los más antiguos de Huesca que se empezó a construir en 1928.
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Aquí almorzamos algo en un kiosco del parque y emprendimos retirada al que sería nuestro campamento base los próximos días: Jaca.
Pero antes debíamos efectuar una parada turística: el impresionante Castillo de Loarre, a unos 35 km de huesca.
El Castillo de Loarre es un castillo románico construido en el siglo XI por orden del rey Sancho III para servir como avanzadilla fronteriza, desde la que organizaron los ataques contra la localidad de Bolea, situada en la llanura que domina la construcción. Se encuentra realmente bien conservado, que lo convierte en uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar y civil del románico de España.
En 1071 se amplía a la forma que actualmente tienen y en 1287 se levantan las murallas. En el siglo xv, la población que vivía a los pies del castillo se traslada a la actual villa de Loarre, reutilizando materiales de la fortaleza.
La verdad es que el castillo nos encantó y pienso que es una visita imprescindible en todo viaje a Huesca. El coste de la entrada es de 6€ y de 8€ la visita guiada. He de decir que nosotros no pudimos hacer la visita guiada porque las plazas estaban agotadas, una pena. Pero si que tienes un código QR con audioguías detalladas.
Si lo prefieres puedes contratar una excursión guiada desde Huesca para más comodidad:
Desde aquí pusimos rumbo a Jaca.
Como a unos 26 km del castillo en dirección Jaca divisamos unas formaciones rocosas espectaculares llamadas los Mallos de Riglos, unas formaciones geológicas consistentes en unas peñas de paredes verticales, que alcanzan los 275 metros de altura.
Son todo un espectáculo.
Como hora y media después de salir del Castillo de Loarre llegamos por fin a Jaca, tras dejar atrás unos impresionantes paisajes. Fuimos directamente al hotel. El elegido fue el Eurostars Reina Felicia, un hotel de 4 estrellas que nos costó 80€. La habitación era bastante grande y muy cómoda. El personal, además, era realmente atento. Nos gustó mucho.
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Como se había hecho tarde, decidimos comprar algo para cenar en un supermercado cercano y directamente nos fuimos a descansar para aprovechar el día siguiente.
20 de julio
Hoy toca primera excursión. Desayunamos algo rápido y nos ponemos en camino. Hoy vamos a hacer la ruta senderista de subida al ibón de Piedrafita.
Los ibones son pequeños lagos de montaña de origen glaciar situados en los Pirineos aragoneses, desde la zona del valle de Ansó hasta el entorno de la Tuca del Aneto.
El ibón de Pedrafita se sitúa a los pies de la escarpada Peña Telera, el segundo pico más alto de la Sierra de la Partacua, con 2.762 metros.
Para llegar desde Jaca debemos ir en dirección Biescas por la N-260 y en en Biescas desviarnos a la A-136 dirección Sallent de Gallego. Unos kilómetros más adelante tomamos el desvío hacia Piedrafita y allí tomamos la pista de acceso al parque faunístico de Lacuniacha. Si estuviera muy lleno y no hubiera aparcamiento, por 5€ podemos aparcar en el aparcamiento del parque faunístico, que fe lo que hicimos nosotros. Si compras entrada para el parque, el aparcamiento es gratuito.
El camino es sencillo, está muy cuidado y señalizado. Es ideal para subir toda la familia ya que transcurre por una pista forestal, aun que tienes preciosos senderos más estrechos si quieres apartarte de la pista.
La longitud total es de 6 km y se hace en unas 2 horas ida y vuelta.
El ibón se encuentra situado en un entorno espectacular. En invierno, con nieve, tiene que ser realmente espectacular.
Desde aquí podemos volvernos o ir un poco más allá, hasta el arco de Piedrafita. Son unos 4 km más y unas 2 horas más ida y vuelta. El camino es algo más complicado, estrecho y, ya casi al final, con fuertes pendientes.
Se hace realmente duro, sobre todo en plena ola de calor como en la que nos encontrábamos. Pero el entorno merece la pena.
Para bajar, en vez de tomar el mismo camino, lo hicimos por el otro lado. Graso error. Era mucho más largo y tardamos la vida misma en llegar. Parecía que no se acababa nunca. Aún me duelen los pies.
Tras la ruta, nos volvimos a Jaca a comer, descansar un poco y darnos 14 ó 15 duchas cada uno.
Tras el descanso nos fuimos a conocer la ciudad de Jaca.
Jaca
Jaca es un municipio y una ciudad de la provincia de Huesca, capital de la comarca de la Jacetania, en la comunidad autónoma de Aragón.
Iaca o Iacca era antiguamente la capital de los iacetanos, un pueblo prerromano del grupo aquitano cuyo territorio se extendían desde los Pirineos hasta Illerda (Lérida) y Osca (Huesca).
Entre los años 195 y 194 a.C. el cónsul romano Marco Porcio Catón conquista la ciudad. Integrada en el Imperio romano, Jaca constituyó un punto de vigilancia de los caminos del Pirineo y desarrolló una próspera economía cuyo auge se mantuvo hasta el siglo III. En el siglo IV entró en decadencia por la amenaza de los bandidos que atacaban a las caravanas y a los mercaderes que transitaban los caminos pirenaicos.
Gracias al protectorado de carolingio establecido por Carlomagno en la llamada Marca Hispánica, algunos territorios cristianos se conservaron en las montañas pirenáicas tras la conquista de los musulmanes.
A comienzos del siglo XI, Jaca era un campamento militar fortificado perteneciente al Reino de Pamplona. A su alrededor se irían construyendo viviendas, cobrando cada vez mayor importancia por su situación al pie del paso de Somport (uno de los más accesibles para acceder a Francia desde la Edad Antigua) y por su situación estratégica en el Camino de Santiago.
Tras la muerte del rey de Pamplona Sancho Garcés III, su hijo Ramiro, se convirtió en Ramiro I de Aragón y establece en Jaca su residencia, y sitúa cerca del monasterio de San Pedro la sede del obispo de Aragón, denominado así hasta que en 1077 Sancho Ramírez dotara a Jaca de su fuero e iniciara, hacia 1082, la construcción de la sede catedralicia.
Pero el definitivo impulso a Jaca se lo da Sancho Ramírez en 1077 cuando convierte a la villa en ciudad, la dotó de sede episcopal, en cuya catedral se asentaría el ahora obispo de Jaca, y le dio el estatus que la hacen ser considerada la primera capital del reino entre 1077 y 1096. Hasta la conquista de Huesca.
Las pestes y los incendios de finales de la Edad Media hundieron a Jaca en una profunda crisis de la que no saldría hasta la intervención de Fernando el Católico para formar un gobierno local.
En la Guerra de Sucesión, Jaca se puso del lado de los Borbones. Por ello, en 1707 fue asediada por aliados del Archiduque Carlos y socorrida por el marqués de Salutcio. El rey Felipe V gratificó a la ciudad de Jaca con los títulos de «muy noble, muy leal, y muy vencedora», añadiendo la flor de lis al escudo de sus armas que ostentaba la Cruz de Sobrarbe y las cuatro cabezas, emblema de la batalla de Alcoraz.
Empezamos nuestra visita por la Ciudadela de Jaca. Compramos la entrada con visita guiada. Como faltaba un rato, entramos y empezamos a visitarla por nuestra cuenta.
La ciudadela es una fortificación de planta pentagonal construida a finales del siglo XVI, y se encuentra en perfecto estado de conservación manteniendo intactas cada una de sus partes características: foso, baluartes, escarpas, cuarteles, polvorines, túneles…
Fue diseñada por el ingeniero militar italiano Tiburzio Spannocchi que se encontraba al servicio de Felipe II, que mandó a construir aquí el castillo de San Pedro. Desde su construcción, el Castillo de San Pedro ha mantenido guarnición militar presente dentro de sus muros. Sin embargo, las vicisitudes bélicas que lo han acompañado son escasas, siendo la más destacada la ocurrida durante la guerra de la Independencia. El 21 de marzo de 1809 fue tomado por las tropas francesas ante la capitulación de la ciudad y el escasísimo número de tropas que la defendían. Los soldados españoles, al mando del General Espoz y Mina recuperaron el castillo el 17 de febrero de 1814, tras varios meses de asedio. A partir de entonces, el castillo ha ido perdiendo importancia estratégica. Sus muros y edificios deteriorados fueron magníficamente restaurados en 1968, siendo merecedora del premio “Europa Nostra”.
En la actualidad, el Consorcio del Castillo de San Pedro está formado por el Ministerio de Defensa, la Diputación Provincial de Huesca y el Ayuntamiento de Jaca. Estos se encargan de potenciar el valor cultural del castillo y gestionar las actividades relativas a su conservación, restauración y revitalización.
Dentro de la ciudadela encontramos el museo de las miniaturas militares y una exposición de soldaditos de corcho. Están curiosas pero no son nada del otro mundo.
La visita guiada es muy interesante y por los 9€ que cuesta, está francamente bien.
Tras la visita a la ciudadela nos dimos un paseo por la ciudad. Primero visitamos la catedral, pero no entramos ya que se encontraba cerrada a esa hora. Tendría que ser otro día.
La Catedral de San Pedro de Jaca es uno de los edificios de estilo románico más importante de Aragón. La fecha de su construcción no está del todo clara pero se cree que fue en dos etapas. La primera entre los años 1077 y 1082 durante el reinado de Sancho Ramírez de Aragón, siendo obispo su hermano el infante García. La segunda etapa va desde los años 1104 y 1130 siendo rey Alfonso I el Batallador y Esteban de Huesca como obispo.
Desde aquí nos acercamos a la Torre del Reloj o Torre de la Cárcel, construida en 1445 en estilo gótico civil como parte de una residencia particular sobre el mismo solar en el que se edificó el palacio del monarca aragonés, destruido por el fuego en 1395.
El Concejo de Jaca la compró en 1599 para colocar el reloj-campanario que marcaría la vida urbana y convertirla, en 1602, en sede de las cárceles de la ciudad, dejando así de depender del horario que dictaba el reloj de la Catedral.
Durante la Guerra Civil Española fue utilizada por los sublevados como cárcel y hoy en día la sede de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos, organismo dependiente del Consejo de Europa.
Como ya empezaba a haber hilorios, buscamos algo donde cenar. Estaba todo hasta la bandera. Después de mucho buscar encontramos un pequeño restaurante llamado Nadali, que fusiona comida española e iraní. Comimos un menú degustación que estaba realmente exquisito y nada caro. Recomendable 100%.
Después de cenar dimos otro pequeño paseo visitando la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen, una iglesia construida en el siglo XVII en estilo barroco, única construcción que se conserva del antiguo convento de Nuestra Señora del Carmen que los Carmelitas Descalzos fundaron en Jaca.
Ahora si, nos fuimos a descansar al hotel. Había que descansar para tener fuerzas para el día siguiente, que sin saberlo bien, las íbamos a necesitar.
21 de julio
Hoy toca nueva ruta senderista. Vamos ha hacer la subida al ibón de Respumoso.
Desayunamos y salimos dirección al embalse de la Sarra, del que nos separaban 52 km. Para llegar volvemos a ir dirección Biescas como el día anterior y llegamos hasta el desvío a Piedrafita pero, esta vez, seguimos por la carretera A-136 en dirección Sallent de Gállego, en donde tomamos el desvío y entramos en el pueblo. Justo a la entrada del mismo tomamos a la izquierda la vieja carretera que sube a Formigal, la cual dejaremos tras 1,5 kilómetros cogiendo el desvió a la derecha hacia el Embalse de la Sarra. Unos 2 kilómetros más y nos encontraremos en el Embalse de la Sarra. Una carretera bastante peculiar, estrecha y llena de curvas. Cuesta creer que sea doble dirección.
En los alrededores del embalse aparcamos. Tras varios días de ola de calor, se agradecían los 13ºC que hacían al llegar. No imaginábamos el tremendísimo calor que íbamos a pasar ese día.
Bordeamos el embalse dejando atrás la central hidroeléctrica, el asador y el merendero y cruzamos el río por un pequeño puente. A partir de aquí empieza la ruta de subida, bien señalada.
Al principio la subida es muy suave, dejando atrás pequeñas cascadas en internándonos en un precioso bosque de hayas, donde poco a poco el río va quedándose cada vez más profundo en la espectacular garganta en la que se sitúa.
Alrededor de una hora después de haber empezado el sendero llegamos al Llano del Cheto, donde la pendiente se suaviza pero el calor empezaba a apretar.
Seguimos subiendo más y más, con más y más calor con unas impresionantes vistas de la espectacular cascada Barranco Arriel.
A partir de aquí empiezan los problemas. después de 3 horas de camino, la subida es cada vez más empinada y el calor empieza a ser cada vez más agobiante. Ya superamos los 40ºc, a pleno sol y en una fuerte pendiente de grandes piedras sueltas que dificultan terriblemente la subida.
Hasta que llegamos al punto de empezar a darme un golpe de calor. Nos sentamos en la primera sombra que vemos. Descansamos y nos hidratamos hasta el punto de casi acabar con toda el agua que llevábamos. Fue en este punto cuando decidimos abandonar la subida, faltando poco para terminar el ascenso, pero el que me conoce bien sabe que no soy de los que suelen abandonar nada.
Otro año tendrá que ser.
La longitud total es de 15 km ida y vuelta (no es circular) y se tarda unas 6 horas en ir y volver.
A la bajada, medio muertos de cansancio y de calor, decidimos comer en el asador que se encuentra junto al embalse. Se llama asador La Sarra y se come increíble y nada caro.
Tras llenar de manera considerable el estómago, nos pusimos en camino de la estación internacional de Canfranc, de la que nos separaban 70 km.
La estación internacional de Canfranc es una estación de ferrocarril situada en el municipio de Canfranc, junto a la frontera con Francia. Se construyó para unir Francia con España atravesando los Pirineos por Somport y, para ello, ambos países firmaron diversos convenios, el primero en 1904, y protocolos posteriores que marcaron las líneas de actuación.
Fue diseñada por el ingeniero Fernando Ramírez de Dampierre e inaugurada el 18 de julio de 1928, en presencia del rey de España Alfonso XIII y del presidente de la República Francesa Gaston Doumergue. El exterior del edificio sigue modelos de la arquitectura palacial francesa del siglo XIX.
En 1931 sufrió severos daños debido a un incendio que se inició en el vestíbulo y que luego se propagó a la biblioteca, destruyendo en su totalidad el restaurante de la estación y afectando a la techumbre de madera.
Durante la Guerra Civil Española es controlada por el bando nacional y se tapia el túnel. Fue reabierta en 1939 y durante la Segunda Guerra Mundial lo frecuentaban trenes que transportaban el wolframio que Alemania empleaba para reforzar el acero de sus tanques.
En 1941, las estaciones de la parte española pasan a ser propiedad de RENFE (Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles) y las francesas de SNCF (Société Nationale des Chemins de Fer) y entre 1945 y 1949 el servicio internacional volvió a quedar interrumpido por desavenencias entre ambos gobiernos.
El 27 de marzo de 1970 se cerró el tráfico internacional tras el derrumbe del puente de L’Estanguet a consecuencia del descarrilamiento de un tren de mercancías francés. Esto generó una drástica reducción del tráfico ferroviario y marcó el inicio de su decadencia.
Hoy permanece cerrado casi en su totalidad ya que está siendo restaurado aunque si que se puede visitar el vestíbulo mediante una visita guiada.
Tras esta visita y reventaicos como estábamos, decidimos irnos al hotel a cenar y descansar un poco, que lo teníamos bien merecido.
22 de julio
Vuelta al madrugón. Hoy nos vamos de visitas culturales. El primer destino es el Real monasterio de San Juan de la Peña, a unos 25 km de Jaca.
El Real Monasterio de San Juan de la Peña está situado la localidad de Botaya, Huesca y fue el monasterio más importante de Aragón en la alta Edad Media. En su Panteón Real fueron enterrados muchos de los reyes de Aragón y forma parte del camino aragonés del Camino de Santiago.
El monasterio se divide en dos partes: el Monasterio viejo y el Monasterio nuevo. El aparcamiento se encuentra junto al monasterio nuevo, el que está más alto. Allí aparcamos y nos encaminamos hacia el edificio que es donde se encuentran las taquillas y una cafetería.
La entrada cuesta 8.50€ (9.60$) e incluye un bus lanzadera que te lleva y te trae desde el aparcamiento al Monasterio Viejo. En taquilla nos recomendaron que visitáramos primero el Viejo, ya que era primera hora y habría poca gente y más tarde se petaría. Así lo hicimos.
Enclavado en su mayor parte en una cueva bajo la montaña, su principal construcción se empieza en el año 1026 por orden del rey Sancho de Navarra “el Mayor”, sobre los restos de una antigua ermita dedicada a San Juan Bautista.
Aquí destaca el espectacular claustro del siglo XII un maravilloso ejemplo del arte románico y cuenta con una valiosa galería de capiteles tallados con imágenes bíblicas desde Adán y Eva hasta el prendimiento de Jesús.
También podemos destacar el Panteón Real en el que descansan los restos de los primeros Reyes de Aragón. Es de estilo neoclásico y fue erigido en el último tercio del siglo XVIII.
La verdad es que es un lugar impresionante. Cuesta creer que fuera construido en este lugar tan aislado.
Tras la visita, esperamos la lanzadera y subimos a visitar el Monasterio Nuevo.
Se construyó a partir del año 1676 en estilo barroco para sustituir al Viejo ya que quedó muy dañado por un terrible incendio en 1675. Se llevó a cabo en el Llano de San Indalecio y en él los monjes contaron con el asesoramiento de numerosos profesionales, siendo fundamental la labor del arquitecto zaragozano Miguel Ximenez, diseñador del edificio.
Aquí encontramos la iglesia y el centro de interpretación, en el que podemos observar las ruinas interpretativas de como era la vida en el monasterio.
Tras la visita al monasterio nos pusimos en camino de Aínsa, catalogado oficialmente como uno de los pueblos más bonitos de España, del que nos separaban 94 km que incluían algunos tramos de carretera que tela marinera.
De camino decidimos pararnos a comer en un pueblo llamado Boltaña, muy cerca de Aínsa. Comimos en un sitio llamado el Parador de Boltaña, un asador en el que comimos de maravilla. Y vuelta a la carretera.
Dejamos el coche en un aparcamiento enorme que hay en la parte alta del pueblo y nos dispusimos a visitarlo.
La villa medieval de Ainsa es un pequeño pueblo de unos 2.000 habitantes situado en la comarca de Sobrarbe. Se encuentra situado en un promontorio sobre la confluencia de los ríos Cinca y Ara. Fue declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1965.
Aunque se cree que ya hubieron en la zona asentamientos romanos, no hay documentación sobre la villa hasta el año 1124, cuando el rey Alfonso I de Aragón le otorga una Carta Puebla, con los mismos fueros que la ciudad de Jaca.
Aunque si que hay una leyenda del año 724 sobre la Cruz de Sobrarbe que dice:
Los cristianos que han huido del dominio musulmán se reúnen en Ainsa y acometen la reconquista. Las tropas cristianas, dirigidas por Garcí-Ximeno consiguen ganar la batalla gracias a la aparición, sobre una carrasca, de una cruz de fuego, que les dio coraje para recuperar la ciudad. La victoria es conmemorada todavía en nuestros días con la fiesta bianual de “La Morisma”. La cruz sobre la carrasca es el símbolo del Sobrarbe y aparece en uno de los cuarteles del escudo de Aragón.
Según termina el aparcamiento cruzamos un pequeño puente sobre el foso que da a las murallas del castillo.
Se construyó en el siglo XI aunque fue sufriendo varias modificaciones a lo largo de los siglos. La fortaleza que visitamos hoy en día corresponde a la ordenada por el rey Felipe II en el siglo XVII y sigue los mismos criterios que la Ciudadela de Jaca. La parte más antigua conservada del castillo es la torre del homenaje donde se encuentra hoy el Eco Museo Centro de Visitantes.
En el extremo oeste podemos subir por unas escaleras y divisar desde lo alto de la muralla el precioso casco antiguo de Aínsa. Y también podemos encontrar (a pie de la torre) la oficina de información turística.
Atravesamos las murallas y paseamos por la Plaza del Castillo, donde había montado un pequeño mercadillo de artesanía. Tras la plaza del Castillo de encuentra la Plaza Mayor.
La plaza data de entre los siglos XII y XIII, cuando Aínsa se encontraba en su mayor apogeo y se le considera una de las plazas medievales más bonitas de España. En ella encontramos numerosos restaurantes, tiendas de recuerdos y el ayuntamiento.
Tras el ayuntamiento nos internamos por la calle Mayor, una de las dos calles que atraviesan el casco a lo largo. Pasamos por la plaza de Santo Domingo, un rincón muy bucólico y cuidado, hasta llegar al Portal de Arriba, una de las puertas de la villa.
Nos damos la vuelta y recorremos de vuelta la calle de Santa Cruz, que es la otra calle que atraviesa del casco antiguo a lo largo. Al final de la calle encontramos la iglesia de Santa María.
La iglesia de Santa María fue construida entre finales del siglo XI y mediados del XII y es uno de los mejores ejemplos de románico aragonés. En el siglo XIV se construye el actual claustro ya que hay registros de que el antiguo se encontraba en muy mal estado. El templo se amplió en el siglo XVI con las capillas del presbiterio y la bóveda de la nave y, en el XVII, se añadió la sacristía.
Entre 1972 y 1974 se le hizo una restauración integral.
En la fachada oeste de la iglesia encontramos un pequeño mirador con unas vistas increíbles de los pirineos y del valle del río Cinca.
Aquí termina nuestra visita a la preciosa villa medieval de Aínsa. Sobre la marcha nos ponemos rumbo a Jaca, esperando que nos de tiempo de llegar en hora al Mueso Diocesano a contemplar las famosas pinturas murales que allí se conservan.
Recorremos los 72 km que nos separan de Jaca y por suerte llegamos a tiempo de entrar al museo pero por los pelos.
El Museo Diocesano de Jaca se encuentra junto a la catedral y, de hecho, se entra atravesando la nave de ésta.
El museo se inauguró en 1970 y expone, entre otros objetos, murales completos de la Edad Media que se fueron encontrando en diferentes parroquias que se encontraban en estado de abandono, peligrando estas maravillosas obras de arte. La verdad es que, a mi parecer parece una oda al expolio pero, por otro lado, se encontraban destinadas a su desaparición por encontrarse en capillas abandonadas y en mal estado.
En el museo también encontramos una sala en la que muestra un video explicativo sobre como se consiguieron retirar de sus emplazamientos originales sin que sufrieran daños.
El precio de la entrada es de 6€ y la verdad es que es una visita muy interesante.
Después de la visita al museo y para terminar con la ciudad de Jaca, subimos hasta el Fuerte de Rapitán, situado en lo alto del monte de Rapitán, a 1142 metros de altura y empezado a construir a finales del siglo XIX como parte de la tupida red defensiva que se pretendía construir de forma paralela a la línea internacional de ferrocarril Oloron-Canfranc, aunque antes de terminar su construcción, ya se había quedado obsoleto por la aparición de la aviación
La verdad es que merece la pena la subida hasta aquí tan sólo para admirar las impresionantes vistas a la ciudad de Jaca desde aquí.
Con esto tocaba a su fin la visita a Jaca. Era hora de irse al hotel a cenar y descansar. Al día siguiente nos poníamos en camino al País Vasco a pasar unos días en casa de unos familiares pero, antes, de camino nos desviaríamos un poco para visitar Sos del Rey Católico, lugar de nacimiento del rey Fernando el Católico.
23 de julio
Nos levantamos tempranito, desayunamos y nos ponemos en camino a Sos del Rey Católico, a unos 90 km.
Sos del Rey Católico
Sos del Rey Católico es un pequeño pueblo de apenas 600 habitantes perteneciente a la comarca de las Cinco Villas, en la provincia de Zaragoza y es conocida por ser el lugar de origen del rey Fernando II de Aragón, más tarde rey de Castilla, conocido como Fernando el Católico.
Historia
Se conocen asentamientos en la zona de los Suessetanos, pueblo indoeuropeo de filiación céltica que se asensienta sobre el siglo VI a.C. en la zona alta de las Cinco Villas, aunque la primera noticia del pueblo data del año 211 a.C. cuando se aliaron a los cartagineses para enfrentarse a Publio Scipion y en el 206 a.C. con los romanos.
Tras la caída de los romanos en el siglo V llegan hasta aquí los visigodos. Hacia el 714 lo conquistan los musulmanes sin encontrar prácticamente resistencia, aunque realmente no formaron una ciudad, sino que montaron una fortificación para controlar al vecino Reino de Pamplona.
En el siglo X es reconquistado por los cristianos tomando una gran importancia como ciudad fronteriza. En el año 1044 el rey Ramiro I la incorpora al reino de Aragón, entonces llamada Sos a secas.
En 1452, debido a la Guerra Civil de Navarra, la reina Juana Enríquez de Navarra se traslada aquí donde, el 10 de marzo de ese mismo año da a luz al infante Fernando, de donde viene el actual nombre de Sos del Rey Católico.
Algo que nos sorprendió mucho fue que el pueblo está lleno de homenajes al clásico del cine español “La vaquilla”, de Luis García Berlanga, rodada aquí a mediados de los años 80.
Aparcamos junto al parador de turismo y nos echamos a andar. Entramos en el pueblo atravesando el Portal de Sangüesa, llamado así porque apunta a esa localidad navarra, aunque también se le conoce como Portal de Domínguez o Portal de Nador.
Paseando por las estrechas callejuelas llegamos a la Plaza de la Villa, donde se encuentra el ayuntamiento o Casa de la Villa, de estilo renacentista y construida en el siglo XVI. Fue reformado en el siglo XIX y restaurado en los años 80 para adaptarlo a las funciones administrativas de hoy en día.
Destacan en su fachada unas inscripciones grabadas en el año 1681, que hacen alusión al Antiguo Testamento.
Empezamos la subida hacia el castillo y nos encontramos a mano derecha la antigua lonja medieval, que albergaba el mercado y donde se reunía el concejo de la villa en la Edad Media. Hoy en día alberga la biblioteca municipal.
Si seguimos subiendo y nos topamos de frente con la iglesia de San Esteban. Se empezó a construir en el siglo XI, siendo entonces la cripta Santa María del Perdón, en la que hoy en día se conservan sus magníficos murales góticos. En el siglo XII se construye la portada románica, a la que se le construye un pórtico en el siglo XVI para tratar de proteger las tallas. Lástima que no se podían contemplar cómodamente debido a unos andamios para su restauración.
Justo aquí encontramos el mirador de San Esteban, con unas espectaculares vistas del valle.
Desde aquí subimos al castillo. El castillo de la Peña Felizana se construye por el reino de Pamplona en el siglo X, tras la repoblación cristiana a partir del año 908 para fortificar la frontera con los musulmanes. Perteneció a la Corona de Navarra entre los años 1006 a 1054, durante el reinado de Sancho el Mayor y, más tarde el rey Ramiro I lo incorpora a la Corona de Aragón para defenderse del reino de Navarra.
A mediados del siglo XII se construye la torre por orden del rey Ramiro II el Monje.
En 1288 Alfonso II de Aragón tuvo que entregarla a los unionistas y en 1364 Carlos II de Navarra suscribió aquí los acuerdos de Binéfar.
Durante la Guerra de Sucesión tomó partido por el bando de Felipe de Borbón, por lo que, al acabar la guerra, este dio el privilegio a la villa de portar en su escudo la flor de lis.
En el extremo sur de la explanada del castillo tenemos el mirador de los Rechelaos, desde el que tenemos unas magníficas vistas de los tejados de la villa.
A la bajada nos fuimos paseando hasta el Palacio de los Sada, lugar de nacimiento de Fernando el Católico y perteneció a la familia Sada hasta mediados del siglo XIX constituyendo uno de los mejores y más significativos ejemplos de arquitectura civil de la villa.
Las estancias más antiguas del Palacio datan del siglo XIII, y a partir de ese momento se van sumando y añadiendo otras nuevas, hasta que a finales del siglo XVI encontramos la planta completa.
Actualmente se encuentra aquí el centro de interpretación de la figura de Fernando II de Aragón y la oficina de turismo.
De aquí nos vamos paseando por la preciosa judería medieval donde, a partir del siglo XII se establece su comunidad. Estaba compuesto de unas treinta casas y hoy es conocido como el barrio alto.
La verdad es que la villa es preciosa y he de decir que mereció la pena desviarnos esos 40 km.
Aquí termina nuestro periplo por tierras aragonesas aunque no el viaje. Tras la visita a los familiares vascos, tocaba volver a Granada pero pararíamos a visitar la preciosa ciudad de Ávila de camino, pero eso será ya en otra entrada.